“Si no os convertís, todos pereceréis...” “Pero el viñador contestó: „Señor, déjala todavía...”
- La lectura del evangelio de hoy es una fuerte llamada a la conversión: “si no os convertís, todos pereceréis lo mismo”. Tenemos el peligro de considerar que la conversión es cosa de los que están alejados de Dios. Pero no, el Señor se dirige hoy a aquéllos que se le acercan. Y la parábola de la higuera se la dice expresamente a éstos que han acudido a hablar con él.
- Nosotros también -como los personajes del evangelio- nos acercamos a la oración buscando a Jesús para contarle lo que nos preocupa: tantas cosas que nos parecen injustas y que nos indignan. Nos parece que -ayer como hoy- los poderosos se salen con la suya. Y buscamos del Señor palabras de condena de los malvados, y de aliento frente a la injusticia.
- Pero el Señor reorienta nuestra indignación, y la devuelve hacia nosotros mismos, para que adquiramos conciencia de nuestra propia maldad, y de nuestro pecado. Y para que pongamos nuestro empeño en convertirnos, en lugar de andar acusando a los demás. Por dos veces nos lo dice en este pasaje: “Si no os convertís, todos pereceréis”. Para lanzarnos a la conversión nos dirige hoy, en la oración, la parábola de la higuera. Vamos a entresacar algunas aplicaciones:
1) “Tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. Córtala”.
Imaginemos que la higuera puede hablar y que se dirige al Señor diciendo: “Señor, ¡cómo te pasas conmigo! Fíjate: llevo tanto tiempo echando hojas, cuidando que sean lustrosas, preocupándome por tener una imagen digna de ti, de modo que los que pasen por tu huerta digan: „qué árboles tan frondosos produce el Señor..." Mírame bien: pocos árboles habrá que den tanta sombra como yo. Y pocos cobijarán a tantos caminantes como los que se detienen a descansar debajo de mí”. Y es que podemos dedicarnos en la vida a cuidar nuestra imagen, a adquirir prestigio, a cultivar valores humanos, incluso a promover actos humanitarios, solidarios, etc., y encima pasarle la factura por ello a Jesús.
Y sigamos imaginando cómo el Señor se dirige a la higuera parlante y le dice: “la higuera es creada para alabar, hacer reverencia y servir a Dios su Señor... produciendo frutos de fe, esperanza y amor a Mí, a través de las buenas obras. Necesitas las hojas para producir los frutos. Pero si no dedicas la energía que captan de lo alto a producir higos, ¿para qué sirves? ¡Mala sombra tienes si sólo sombra das! Serás como la sal insípida; sólo servirás para que te arranquen y hagan leña de ti!” Podemos preguntarnos cada uno ¿oriento los dones de Dios en mi propio provecho? ¿Qué frutos busca el Señor en mí? Los frutos que produzco (si es que doy alguno), ¿son proporcionales a las gracias que he recibido? (recordemos el evangelio del jueves pasado “al que mucho se le dio, mucho se le exigirá...”)
2) “Pero el viñador contestó: ‘Señor, déjala todavía este año’”. La higuera no está muerta, está dormida, “despistada”... Y hace falta alguien que la despierte y la reanime. ¿Quién puede ser este intercesor que da la cara por la higuera estéril? Podemos pensar que es la Virgen, abogada nuestra...
También nosotros estamos llamados a hacer esta oración de intercesión por los próximos...
3) “Yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto”. En la parábola del sembrador, parte de la semilla no dio fruto porque cayó en tierra dura. El viñador nos cavará, para ablandar la tierra de nuestro corazón. Meterá la reja de los sufrimientos. Y al cavar eliminará también la maleza –los espinos de aquella parábola- que roban recursos (agua, minerales...) a la higuera y le impiden dar fruto. Y pondrá en nosotros el estiércol –el humus- de la humildad. María es la Reina y Madre de los humildes, la esclava del Señor, maestra de humildad.
Petición final: Bendíceme, Señor, y no me cortes... Madre de misericordia: cávame alrededor y méteme por caminos de humildad, para que me convierta y dé frutos de fe, esperanza y amor.
Textos para ahondar más en la parábola de la higuera.
- P. Morales. No son lo mismo vida consagrada y vida apostólica. Vida apostólica es colaborar de vez en cuando a la obra de salvación de Jesucristo, entregándole un poco de tu tiempo, entregándole alguna de tus obras, ayudando a los hermanos. Es lo que hacíamos todos cuando batallábamos fuera de una familia religiosa aprobada por la Iglesia. En cambio, vida consagrada es entregarle, no los higos, sino la higuera. A ver si nos enteramos. Es entregarle no tus obras a ratos, sino tu persona íntegra (...) Y la «persona íntegra» significa cabeza, voluntad, corazón. (Retiro 31-12-1985, 1ª med)
- San Ambrosio. Era la viña del Señor Sabbaoth, la cual entregó al pillaje de los gentiles. Es muy propia la comparación de la sinagoga con este árbol, porque así como este árbol abunda en hojas hermosas y engaña la esperanza de su dueño que espera sus frutos, así también en la sinagoga, mientras sus doctores, infecundos por sus obras se gloriaban con sus palabras redundantes como las hojas, la sombra vana de la ley se hacía más oscura (...) Algunos, sin embargo, creen que esta higuera no es figura de la sinagoga, sino de la malicia y la iniquidad, pero su interpretación se diferencia de la anterior únicamente en que se toma el género por la especie.
- San Ambrosio. La dureza y la soberbia de los judíos eran las causas de su esterilidad. De este modo el que supo reprender sus vicios conoció cómo había de labrar. Por lo cual añade: "Y la cavaré alrededor". Ofrece cavar la dureza de sus corazones con los azadones apostólicos, para evitar que se hunda y esconda en la tierra la raíz de la sabiduría. Dice pues, "Y le echaré estiércol". Esto es, el afecto de la humildad, por el cual cree que aún el judío puede fructificar en el Evangelio de Cristo.
- San Agustín. El árbol de la higuera representa al género humano, porque cuando pecó el primer hombre cubrió su desnudez con hojas de higuera, esto es, los miembros de que nacemos.
- San Agustín. Cavar alrededor es enseñar la humildad y la paciencia. Porque la fosa es la tierra humilde y el estiércol (tomado en buen sentido) es las inmundicias, pero da fruto. La inmundicia del cultivador es el dolor del que peca. Los que hacen penitencia la hacen sobre sus inmundicias, pero obran con verdad.
- San Gregorio Nacianceno. No nos apresuremos a herir, sino dejemos crecer por misericordia; no sea que cortemos la higuera que aún puede dar fruto y que aún puede curar el celo de su inteligente cultivador.
- Teofilacto. Dios Padre es el padre de familia. El cultivador es Jesucristo, que no permite cortar la higuera estéril, como diciendo al Padre: Aun cuando no han dado fruto de penitencia por la ley y los profetas, yo los regaré con mis tormentos y mis enseñanzas y acaso darán fruto de obediencia.