10 septiembre 2010, viernes de la XXIII semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Las lecturas de hoy son muy ricas y están llenas de aplicaciones prácticas. Podemos fijarnos en tres puntos.

1.- “¡Corred así, para ganar el premio!”Hoy en día mucha gente se mueve por hacer una carrera, ya sea deportiva, universitaria, en los negocios, en la vida pública… San Pablo, el atleta de Cristo, nos dice que también como cristianos tenemos una carrera que completar. Es la más importante, porque todas las demás carreras persiguen una corona que se acaba marchitando, una corona que cuando se consigue se comprueba que no da la felicidad que prometía, y que la felicidad queda más allá de las metas alcanzadas.

  • ¿Cuál es nuestra meta? San Pablo lo dice en otro pasaje: “continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús (…) olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta, para alcanzar el premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús” (Flp 3, 12-14). Luego Jesucristo es la meta que persigo, Jesucristo es el líder de la competición que, yendo por delante, me enseña el camino, y Jesucristo es el premio que conseguiré si soy constante en la carrera.
  • Ahora bien:Un atleta se impone toda clase de privaciones”. San Pablo continúa su comparación atlética: si hay tantos en el mundo que son capaces de privarse de tantas cosas por conseguir metas muy discutibles (guardar la línea, aparecer en el libro Guiness de los récords, alcanzar cualquier pedazo de fama…) ¿con cuánta más razón no nos privaremos nosotros de los caprichos que nos esclavizan, y poder estar así más libres para correr tras las huellas de Jesucristo?

2.- “Evangelio es misión: ¡ay de mí si no evangelizara…!Recordamos la canción del musical “Hijos de la libertad”. Se refiere precisamente a este pasaje de San Pablo. El amor de Jesucristo nos tiene que mover a darle a conocer a todos los que nos rodean. Con las palabras, desde luego, pero sobre todo con el testimonio de nuestra vida.

  • Entonces, ¿cuál es la paga?” ¿Hemos experimentado la paga que recibe el apóstol? Es precisamente dar a conocer el Evangelio, saberse llamado por el Señor a esta misión, y saber que Él va conmigo, para llevar a los demás la auténtica felicidad
  • Me he hecho todo a todos, para ganar como sea a algunos”. El apóstol se tiene que reconocer por su capacidad de” simpatizar” (en el sentido etimológico: tener los mismos sentimientos). ¿Sabemos hacernos todo a todos, para ganarles para Cristo?

3.- El pasaje del evangelio nos habla en dos ocasiones de la necesidad de tener sanos los ojos del espíritu. Lo necesitamos para descubrir primero a Dios en todo, en todos y siempre, mediante la vida de fe, y poder así ayudar a los demás (“sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano”) y orientarles hacia Dios (“¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?”)

¡Qué fácil es que nos creamos mejores que los demás, y les echemos así en cara sus defectos! El Señor nos pide que nos examinemos bien: si lo hacemos, repararemos en que nuestros defectos distorsionan nuestra mirada. ¿Podremos presumir acaso de que tenemos la mirada lo suficientemente limpia para ser capaces de criticar a los demás?

Oración final: Santa María: Tú que fuiste la primera en correr tras las huellas de tu Hijo, haznos auténticos atletas de Cristo; Tú que fuiste la primera misionera del amor en la Visitación a tu prima Isabel, enséñanos a ser apóstoles de tu Hijo; Tú que mantuviste siempre limpia la mirada de la fe, cura los ojos de nuestro espíritu, para que descubramos a Tu Hijo en todo, en todos y siempre.

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