19 septiembre 2010, domingo de la XXV semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

“No podéis servir a Dios y al dinero”

Al acercarnos hoy a la oración, inmediatamente el Señor nos interpela con la proclamación de las lecturas del domingo.

Puestos en su presencia captaremos mucho mejor el mensaje que nos quiere transmitir para nuestra vida, para que vivamos mejor.

Que este rato de oración nos coloque en sintonía con el Señor, que vibremos con sus mismos sentimientos, que son y van más allá de la sola interioridad. Dios nos coloca en la relación con el hombre y con la realidad, pues es ahí donde le amamos y servimos.

El profeta Amós es tajante con los que exprimen al pobre y despojan al miserable, lo mismo que con los que cambian las medidas y los precios. Nos dice que el Señor no olvida estas acciones, pues lo que hacemos o dejamos de hacer con cualquiera de nuestros hermanos, con el mismo Señor lo hacemos. Es un buen espejo donde contrastar nuestras acciones de este día. No vale decir ¡Señor! ¡Señor! Si luego marginamos al que vive a nuestro lado.

Por eso nuestra oración dominical tiene que estar dirigida a Dios, pero también hemos de ofrecer plegarias y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que ocupan cargos, para que podamos llevar una vida tranquila y apacible, tal como le escribe San Pablo a Timoteo.

Somos administradores de grandes tesoros y talentos. No somos dueños. Así nos lo muestra gráficamente el Evangelio del día. Por tanto tendremos que dar cuenta de la gestión que realizamos.

Que este rato de intimidad con Dios nos abra el corazón hacia todos los hombres y veamos la forma de hacer fructificar al máximo los talentos que se nos han dado totalmente gratis.

María, mujer sencilla y llena de fe, fue dócil al Señor y, de esta forma, su tesoro dio fruto abundante, el mayor fruto de la historia de la humanidad: el mismo JESUCRISTO.

Que la oración de hoy nos abra el corazón a toda la humanidad.

Acabamos con una acción de gracias y recitando pausadamente la oración dominical, la misma que nos enseñé Jesús: el Padrenuestro

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