Tres frases de los textos sagrados que hoy nos ofrece la Iglesia van a guiar nuestra oración de hoy.
En la primera lectura San Pablo nos recuerda que Cristo murió por nuestros pecados. En el salmo proclamamos con el pueblo de Israel la bondad de Dios porque es eterna su misericordia.
En el evangelio Jesús nos dirá sobre una pecadora pública que sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor.
Todo nos habla de una doble realidad, presente siempre en nuestra vida: el pecado y el perdón. Y junto con ello el amor infinito y misericordioso de Dios que nos perdona y ama.
¡Es tan difícil de verdad creer en este amor así! ¡Nos pesa tanto nuestra culpa que no podemos pensar, sentir, creer que Dios nos ama sin reproches!
Por eso os propongo que nuestra oración sea hoy de repetición, saboreando, una y otra vez, hasta que esas palabras queden clavadas en nuestro corazón estas tres frases de la Escritura que he seleccionado.
Cristo murió por nuestros pecados.
Repetir, sintiendo, viendo, contemplando a Cristo en la Cruz. Muerto por mis pecados. Entregado para salvarme.
Es eterna su misericordia.
Saber de la misericordia de Dios, que no tiene fin, que es eterna.
Me ama sin fin. Desde siempre y para siempre. Con amor de misericordia. Más allá de mis pecados.
Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor.
Me ama y me pide amor. Me perdona porque me ama y porque le amo. Donde hay amor, hay perdón. Donde hay perdón, hay amor.
Prueba a repetir estas frases sin cesar, al ritmo de tu corazón, saboreando las palabras.
Y repítelas también a lo largo del día en otros momentos.
Deja que la misericordia de Dios llene hoy tu día.