7 septiembre 2010, martes de la XXIII semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

CÓMO PODEMOS TOCAR A JESUS

¿Habéis olvidado que los santos juzgarán el universo?

Nos creemos esto.

No os llaméis a engaño: los inmorales, idólatras, adúlteros, afeminados, invertidos, ladrones, codiciosos, borrachos, difamadores o estafadores no heredarán el reino de Dios.

Así erais algunos antes.

Pero os lavaron, os consagraron, os perdonaron en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y por Espíritu de nuestro Dios.

¿No hemos experimentado esto en los días de Ejercicios? Los Cruzados hemos tenido los Ejercicios, ahora salís los militantes de una tanda. ¿No lo habéis experimentado?

Qué claro se ve esto en Ejercicios

Pasó la noche orando. Escogió a doce y los nombró apóstoles.

¿Me siento yo escogido por Jesús? Entre tantos seres de la tierra. Porque me ha dado la fe. Una familia, esos talentos.

Pregúntale al Señor cuándo fue ese momento. En tu niñez, en tu juventud. Por tu familia, por la amistad con un amigo. En unos Ejercicios Espirituales. En un campamento.

Soy yo como los apóstoles que la gente se acerca para contarme cosas sobre Jesús.

Lo experimentamos estos días. Cuando vamos llenos de Dios, como que eso rebosa a nuestro exterior.

No cambia la conversación cuando a tu amigo le dices ‘he estado de Ejercicios’. He rezado por ti.

Experiméntalo y te sentirás apóstol de Jesús. Ya verás cómo sube esa conversación.

Te brindo esta anécdota para que trates de vivir el cielo en la tierra:

Recuerdo ahora una anécdota que he leído este verano en el Libro Hasta la Cumbre. Estaba Juan Pablo I, en sus pocos días de pontificado, en una reunión con un grupo de niños y uno de ellos le pregunta ¿qué diferencia hay entre el cielo y el infierno? El infierno, contesta, es como una mesa espectacular llena de suculentos manjares. Unos platos muy apetitosos y unos colocados frente a otros. Solo había una pega: en el infierno los cubiertos son tan grandes que por más que los intentas meter en el propio plato no puedes, y todo el mundo se desespera, eso es el infierno. Y el cielo es la misma mesa, los mismos platos; sólo hay una diferencia: cada uno coge del plato del de enfrente y le da de comer a ese de enfrente, y el otro coge de tu plato y te da de comer. El cielo es el reino de la entrega y del amor y el infierno es el reino del egoísmo. En el infierno, todo el mundo mira por sí mismo; y en el cielo todo el mundo mira por los demás. Esta es la diferencia entre el cielo y el infierno. No hace falta ni cambiar los platos, ni los cubiertos, ni las personas. Nada. Solamente lo que hago con las cosas.

¿Me dedico a entregarme o me dedico a buscarme? Le oía decir a mi madre que el cielo se puede vivir aquí. Amando a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo adelantas el cielo en la tierra. Experiméntalo y posiblemente te sentirás un apóstol.

Que nos preparemos durante el día a la fiesta del nacimiento de la Virgen María.

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