Oración preparatoria: “Míranos siempre con amor de Padre”
Estaba sencilla frase pertenece a la oración colecta de la eucaristía del domingo y la tendremos presente en la oración y en la liturgia toda esta semana. Puede ser nuestra forma de comenzar la oración de cada día, puede ser nuestra jaculatoria en diversos momentos de esta semana, puede ser nuestra forma de mantener la presencia del Señor en todo momento.
Nos recuerda el principio y fundamento de nuestra vida, el amor de Dios Padre, el único fundamento seguro de lo que somos y de lo que hacemos. En una de sus cartas nos pregunta Madre Teresa: ¿Cómo podremos aguantar ni un solo día vivir nuestra vida sin escuchar a Jesús decir –Te amo-? Que esta frase serene nuestro corazón al comienzo de la oración de hoy.
Meditación con el evangelio de hoy
1. La enseñanza de Jesús.
Precisamente de este amor de Dios hacia el ser humano nos habla el evangelio de hoy. Con su palabra y con sus obras Jesús muestra el amor de Dios, para eso ha venido a la tierra. Por eso entra en la sinagoga primero a enseñarnos con su Palabra que Dios es amor; y en segundo lugar a obrar un gesto de amor, curar al paralítico. Con la palabra y con la obra nos hace salir de la dureza de nuestro corazón, pues, quizás muchas veces, somos como los fariseos y miramos las apariencias de las personas que nos rodean y no el drama intimo de su corazón.
Le pedimos a Jesús en nuestra oración que nos enseñe a mirar al hombre y la mujer de hoy con los ojos de Dios, pasando por encima de las apariencias, que bien pueden ser las de un mendigo a quien no sabemos amar o un compañero que no nos cae bien, o alguien que incluso nos hace la vida difícil. ¡No seamos fariseos y no seamos de los que hacen caer al otro, de los que acechan, de los que buscan de que acusar!
2. El gesto de curación de Jesús.
Nos detenemos en las palabras del Señor, en el trato al paralítico, en la mirada que a este hombre y a todos lo que estaban allí Jesús dirige.
Levántate, ponte ahí en medio. Primero una palabra que le hace sentirse llamado personalmente, valorado y comprendido y que le da fuerzas para levantarse. Es un signo ya grande de cómo el amor de Dios nos da una fuerza nueva. Sabernos amados personalmente por Dios es la fuerza interior más grande de la vida.
Extiende el brazo. Seguir obedeciendo al Señor, obedecer a su Palabra aunque no la entendamos o no sepamos lo que va a ocurrir a partir de ese momento con nuestra vida. A veces nos cuesta fiarnos de Dios ante las cosas que él nos pide. Este hombre no dice, sin palabras, el secreto de la vida cristiana: la confianza en la acción de Dios en nosotros.
3. La consecuencia para nuestra vida: El lo hizo, y su brazo quedó restablecido.
Entre las muchas consecuencias extraigo una. La mano de Jesús cura un brazo seco, incapacitado para trabajar. Hay aquí una llamada a la misión, no podemos decir al Señor que estamos incapacitados, que no podemos, que nuestra vida es pobre, que nuestros brazos no tienen fuerzas. ¡No! Hay que ponerse manos a la obra, con los dos brazos, es decir, rehabilitados por Jesús, que nos necesita por entero en la misión.