24 septiembre 2010, viernes de la XXV Semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

El evangelio de hoy es muy sugerente. Además, hoy es la fiesta de Santa María de la Merced. Podemos fijarnos en cuatro puntos para nuestra oración

Composición de lugar. Ver a Jesús orando a solas, pero en presencia de sus discípulos. Puedo verme entre ellos. Contemplo a Jesús, y percibo su voz: cómo me pregunta con confianza. Ver después a la Virgen rompiendo las cadenas que me esclavizan.

1. “¿Quién dice la gente que soy yo?” En tiempos de Jesús había ideas distintas sobre su identidad, algunas de ellas muy peregrinas (el mayor líder espiritual de la historia, el mejor defensor de los pobres, un aguafiestas...). Lo mismo ocurre hoy. Viene bien que repase lo que se dice a mi alrededor sobre Jesús, porque lo que dicen los demás también me afecta a mí. ¿Cómo reacciono cuando personas queridas para mí expresan un concepto de Jesús tan fuera de lugar?

2. “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Una pregunta muy parecida me planteó una vez en un examen mi profesor de Religión: ¿quién es Jesucristo para ti? Me pasé todo el examen escribiendo abiertamente lo que era Jesucristo para mí, como si fuera un rato de oración: mi Dios, mi Señor, mi Redentor, mi amigo, mi médico y mi medicina, mi pastor... (No sé lo que pensaría mi profesor de esa respuesta tan particular). En la oración de hoy tengo la oportunidad de responderle al Señor quién es, y quién es para mí. No he de temer: en el silencio ningún otro me va a escuchar. Le hablaré abiertamente, con confianza, o como diría santa Teresita, con amor audaz.

3. “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado, ser ejecutado y resucitar al tercer día”. Jesucristo me prepara para la vida. Me dice lo que “la gente” –aquellos por los que ha preguntado qué opinión tenían de Él-, le tiene preparado, y por tanto lo que me espera, si uno mi vida a la suya. Si quiero vivir como Él tendré que padecer mucho, como Él, y ser desechado, y prolongar su muerte... Pero la historia no termina ahí: sólo Cristo padeció en soledad; yo sufriré con Él, y resucitaré con Él.

4. Hoy es la fiesta de Santa María de la Merced. Ella es la liberadora de los cautivos, ayer y hoy. En el siglo XIII, del cautiverio de los sarracenos; hoy, del ambiente de materialismo y ateísmo práctico que nos envuelve. Escribe el P. Morales: “Viene a rescatar almas, a romper grilletes que me esclavizan. La primera y más necesitada es mi alma cautiva de egoísmo, padre de orgullo y pereza”. Y continúa: “Cada creyente debe hacer un pacto con la Virgen y decirle: mira, Madre, soy cegatón, no veo. Cuando el enemigo me enrede con el primer hilillo, tú Madre de la Divina Gracia, envíame el impulso divino que me dé luz para ver el truco, y fuerza para sacudirlo”. Debemos tener tres actitudes en la fiesta de hoy. Con palabras del P. Morales: alegría y confianza, pero también ofrecimiento. Entrega a María en la Iglesia para redimir personas de tantas despóticas cautividades. Nos ofrecemos a luchar, a sufrir, a ponernos en lugar de nuestros hermanos, como Jesús se puso en el nuestro.

Oración final. Madre: dirige tú mi corazón y mis labios para que responder sincera y valientemente a la pregunta que me hace Jesús: quién es Él para mí. Prepárame para seguirle en la pena, para que también pueda seguirle en la gloria. En este día y siempre, concede a tus hijos no caer en redes y cautividades.

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