Introducción:
El evangelio de hoy nos presenta a Jesús que hace a los discípulos un anuncio de su próxima pasión. Los apóstoles no entienden lo que les quiere manifestar e incluso les da miedo preguntarle. Jesús no redimió al mundo sólo por su predicación o sus milagros, sino fundamentalmente por su pasión. Toda su vida fue hacer la voluntad del Padre.
En la oración de hoy sábado, podemos tomar pie de este pasaje y pensar en la Pasión de Nuestro Señor acompañando a la Virgen. El día 15 de este mes fue la Virgen de los Dolores. Tenemos relativamente cercana todavía esta fiesta. Podemos repetir la secuencia de la Virgen Dolorosa y hacer la oración así.
1. Oración preparatoria: hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en pie en presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.” (EE 46)
2. Petición: Virgen Dolorosa: haz que su cruz me enamore y que en ella viva y more.
3. Composición de lugar: imaginar a la Virgen que sostiene a Jesús muerto en sus brazos.
4. Materia de la oración: repetir despacio mentalmente o si no la sabemos de memoria, vocalmente con la secuencia delante, las estrofas del Stabat Mater. Si en alguna me siento más impresionado, o como dice San Ignacio, “si hallo gracia”, detenerme en ella y repetirla varias veces.
5. Unos minutos antes del final de la oración: Avemaría o salve a la Virgen e invocación: “Santa María, Madre de Dios, ruega por mí, pobre pecador.”
6. Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al hacer la oración, pedir perdón y proponer enmienda.
STABAT MATER
(Versión de Lope de Vega)
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
¡Oh, cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?
Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.
¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.
Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo.
Porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.
¡Virgen de vírgenes santas!,
llore ya con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea.
Porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio.
Porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.
Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén.
Porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.