Mes de junio, mes del Sagrado Corazón. Y estamos en un año especial, en el que se va a proclamar a san Juan de Ávila (tan entrañable para nuestro querido Abelardo) como doctor de la Iglesia. Acudamos, pues, a la doctrina de este gran apóstol de Andalucía y patrón del clero secular español, para adentrarnos más y mejor en el Corazón de Jesús.
La doctrina avilista (siglo XVI) es un eslabón imprescindible en la evolución de esta devoción, a modo de precursor, y que cobrará un relieve especial con las apariciones a Santa Margarita María de Alacoque (siglo XVII).
Oigamos al santo: El Corazón de Cristo está "ardiendo en celo de la honra del Padre y de la salvación de las almas". "Con una sosegada y sencilla vista, miradle su sacratísimo Corazón, tan lleno de amor para con todos, que excedía tanto a lo que de fuera padecía, aunque era inefable, cuanto excede el cielo a la tierra"."No se contentó con padecer en lo de fuera, sino amando de Corazón"; y por eso hay que entrar en él "para mirarlo y para imitarlo", puesto que quedó "abierto su Corazón sagrado invitando a mirar las hermosuras que contiene dentro de sí".
“Andad acá al Corazón de Señor Porque Cristo tendió sus brazos para ser crucificado, en señal que tenía su Corazón abierto con amor”.
La mirada contemplativa al Corazón de Cristo en cruz se convierte en llamada de amor. Se describen los detalles de la crucifixión para hacer resaltar su amor: "El costado abierto, para recibirnos en tus entrañas... todo me convida a amor... y, sobre todo, el amor interior me da voces que te ame y que nunca te olvide mi corazón"."Ya abrió Dios sus entrañas y Corazón. Por aquel agujero del costado puedes ver su Corazón y el amor que tiene. Ábrele el tuyo y no esté cerrado".
El creyente, por ser Iglesia esposa, debe vivir de sus amores: "El que no tiene Corazón de Cristo, este tal no es de Cristo". Por esto invita a pedir: "Dadme, Señor, vuestro Corazón, y luego amaré lo que vos amáis, aborreceré lo que vos aborrecéis".
Acabemos. Este amor pide amor de entrega generosa. Es como "horno" de amor que reclama amor de retorno, "un «sí» de todo nuestro corazón". Cristo vino a traer fuego, "para que tomando nosotros de aquella leña de la cruz, encendiésemos fuego y nos calentásemos, y respondiésemos a tan grande Amador con algún amor, mirando cuán justa cosa es que seamos heridos con la dulce llaga del amor, pues vemos a El no sólo herido, mas muerto de amor". El fruto de la comunión es llegar a ser "buen cristiano", que equivale a "tener la condición de Jesucristo", es decir "tener su Corazón".