Hace unos días celebramos la fiesta del Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles, centro geográfico, casi en el corazón de España. Todo este mes lo estamos dedicando al Corazón de Cristo. Es para nosotros, los que creemos en Él, verdadero Dios y verdadero hombre el único tesoro y fuente que nos puede saciar. Es una luz que ilumina y contagia a todos los que se acercan. Hagamos la prueba.
Nos ponemos en la presencia del Señor junto al sagrario y leemos con detenimiento este texto que hoy nos propone el evangelio: Esto nos dice el Señor en el evangelio:
“No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma lo roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se lo coman, ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón…”
Hace unos días una madre de familia, alumna de Teología, convertida del islamismo me comentaba totalmente convencida. Le había preguntado hacía unos días un sacerdote, “¿quién es Cristo para ella? Me dijo, le contestó: “Jesús, es un miembro más de mi familia que formamos mi marido y yo, con mis dos hijas, todavía pequeñas. Sí, a Jesús le sentimos presente cada día en nuestra casa. Contamos con Él y hablamos de Él. Yo hablo muchos ratos con Él. Me comunica mucha paz y gozo. Otras veces, también discuto. He comprobado que aunque me enfade por algunas cosas que me suceden y no comprendo me ayuda a tener más confianza con Él. Hasta esa queja me une más a Jesús. No sé cómo explicarlo. Es un regalo de Dios.
Me siento muy feliz desde que me bautizaron por mi deseo personal, siendo ya adolescente, frente a la oposición de mi familia. Pero esto es otro tema diferente.
Jesús es mi tesoro. No le pierdo de vista. Mejor, Él no me deja de mirar. A veces he leído en el evangelio que habla de tesoros. He descubierto que Jesús es mi tesoro, pero a lo mejor yo soy para Jesús, su tesoro. ¿Será verdad? A veces lo siento así”.
¡Qué maravilla! Esta mujer ya hace años ha encontrado el tesoro, mejor Él se ha hecho presente en su vida. Y sigue comentando esta mujer: “todo adquiere sentido a pesar de que no me faltan sufrimientos y pruebas. Pero la paz, la fortaleza y la alegría es un regalo que recibo todos los días sin yo merecerlo. Este es mi tesoro. No lo quiero perder. A la vez lo quiero comunicar. Tendré que esforzarme para caminar desprendida de muchas cosas que pasan y que me sobran”.
Esto nos lo recuerda el evangelio de hoy. El tiempo, la polilla, los ladrones, la apatía, la cobardía son capaces de arrancarnos a veces sin darnos cuenta, el tesoro verdadero, unas veces con violencia y otras sin enterarnos, como lo hacen los ladrones especializados. Pero nadie nos podrá arrancar ni robar el tesoro del Corazón Cristo, que vive presente en la Eucaristía.
PETICIÓN: Santa María, Madre de Cristo acércame al corazón de Cristo y que me deje contagiar de sus sentimientos.