Ciclo B Mt 5 38-42
Al iniciar nuestra oración tener muy presente que es lo que voy hacer y ante quien estoy, que me ha estado esperando complacido para tener este encuentro y que su espera no es una espera neutra, sino una espera penetrante y amorosa.
En física hay una ley que dice: a toda acción le corresponde una reacción igual y contraria. La sociedad adopta esta ley para defenderse: ajusticiar a los asesinos, confiscar os bienes adquiridos con la corrupción, asesinar a los invasores. Estos son algunos principios de la justicia humana para el mantenimiento del orden. Cristo afirma que esta autodefensa de la sociedad existía desde los tiempos antiguos y también la sociedad judía del Antiguo Testamento estaba organizada según esta ley.
Parece que el ser humano moderno tiene esa tendencia primitiva del mal por mal, aunque intentemos hacerla más humana aboliendo la pena de muerte sin renunciar al principio base de la justicia. Sólo quien han comprendido de verdad el espíritu del evangelio y ha recibido una gracia mayor, puede adoptar la justicia superior enseñada por Cristo. Pero la ley no hay que aplicarla sólo para el mal, sino también para el bien, y recompensar al prójimo en la medida del bien recibido. Y no es fácil.
“Si alguno te hiere la mejilla derecha, preséntale también la otra” ¿Quiere decir que no debemos resistirnos al mal? No, esto es más bien una forma de paralizarlo y hacerlo inocuo. El mal es violencia: con la dulzura y la humildad es absorbido y desactivado. Es necesario ceder a las ofensas, dejar que el violento se enfade, y no resistirle. Sólo así evitaremos las malas palabras en la boca y no nos dejaremos provocar para cometer malas acciones.
“Al que te pide, dale, y no des la espalda al que te pide un préstamo”. Si no debemos resistirnos a la violencia, ¿cómo podremos negar ayuda a quien nos la pide? La tradición cristiana ha establecido una regla general para la distribución de la limosna. Cada uno debe reservar lo que necesita para vivir; lo que sobra se debe dar a los necesitados. Y ¿qué es lo que nos sobra, y cuanto es lo necesario? Al haber muchos factores variables no se puede prescribir a nadie cuánto debe dar al prójimo. La regla permanece: dar según la posibilidad. Pero estando convencido de una cosa: que dando no se pierde nada, por el contrario, se gana para la eternidad, cuando escuchemos la voz de Cristo: “Siempre que lo hiciste con alguno de estos mis más pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40).
Al terminar este rato alegrarse de que el Corazón de Jesús que es manso y humilde de corazón el que nos da estas enseñanzas, no sólo con palabras sino con su ejemplo y fuerza para poder cumplirlas.