Celebrar a los Santos Apóstoles Pedro y Pablo es motivo para agradecer el gran don que nos han legado: la fe en Jesucristo. Nuestra fe, la fe de la Iglesia es la herencia de los Apóstoles, por la que derramaron su sangre. Por ello, hoy nuestra oración ha de ser para pedir que aumente nuestra fe y para renovar nuestra fidelidad a la Iglesia que nos ha transmitido este tesoro. Consideremos la vida de San Pedro y San Pablo bajo este prisma central.
La biografía del Apóstol Pedro está indisolublemente unida a la fe en Cristo:
- El Padre celestial le revela quién era Jesús, el Hijo de Dios vivo, de modo que sobre la fe de Pedro se apoya todo el edificio de la Santa Iglesia: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo… Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16, 16-18).
- Cuando muchos abandonan a Jesús, después del discurso de Cafarnaúm, es Pedro quien, en nombre del Colegio Apostólico proclama la fe en Cristo: “Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6, 68-69).
- Jesucristo mismo ora por él personalmente, haciéndose garante de su indefectibilidad, y encomendándole el oficio de confirmar en la fe a sus hermanos: “Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos” (Lc 22, 32).
- La Iglesia inicia su camino el día de Pentecostés con el testimonio de la fe de Pedro (cf. Hch 2, 14-41).
El Apóstol Pablo nos ha dejado en sus cartas un magisterio esencial sobre la fe:
- La Iglesia le debe la doctrina de la fe como principio de nuestra justificación y de nuestra salvación: “Habiendo recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo” (Rom 5,1).
- San Pablo ha mostrado que la fe viene por el oído, por lo que todo cristiano ha de ser apóstol y transmisor de la fe: “¿Cómo creerán si no han oído hablar de Él?... La fe viene de la predicación y la predicación por la Palabra de Cristo” (Rom 10, 14-17).
- También ha enseñado que la unidad de la fe construye la Iglesia: “Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos” (Ef 4,5).
Como fruto de nuestra oración de este día recemos conscientemente el Credo de los Apóstoles. Que nos ayude también esta oración de Pablo VI en la festividad de estos grandes santos, pilares de la Iglesia del Dios vivo:
“¡Oh! Santos Pedro y Pablo, que habéis llevado por el mundo el nombre de Cristo y le habéis dado el último testimonio del amor y de la sangre, proteged ahora y siempre a esta Iglesia por la cual habéis vivido y sufrido; conservadla en la verdad y en la paz; aumentad en todos sus hijos la fidelidad inconcusa a la palabra de Dios, a la santidad de la vida eucarística y sacramental, la unidad serena en la fe, la concordia en la caridad recíproca, la obediencia constructiva a los pastores; que ella, la santa Iglesia, continúe siendo en el mundo signo vivo, glorioso y operante del plan redentor de Dios y de su alianza con los hombres. Así, ella os ruega con la temblorosa voz del humilde actual Vicario de Cristo, que os ha mirado a vosotros, ¡oh San Pedro y San Pablo!, como modelos e inspiradores; y custodiadla así a esta Iglesia bendita, con vuestra intercesión, ahora y siempre hasta el encuentro definitivo y beatificante con el Señor que viene. Amén, Amén”.