3 junio 2012. Domingo de la Santísima Trinidad – Puntos de oración

Al reanudar el tiempo ordinario, después de la Pascua, se nos propone la celebración de varias solemnidades que son como una vuelta a los misterios celebrados en los días de Pascua; el caso más claro es la solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor con la que volvemos al Jueves Santo. Hoy celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad en el primer domingo después del tiempo pascual. Lo vivido durante la Pascua vuelve a nosotros como en un golpe de vista, contemplado en el corazón de Dios: “Bendito sea Dios Padre, y su Hijo Unigénito, y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros.” Así se expresa la liturgia de este día.

El misterio de Cristo se nos presenta en toda su grandeza y simplicidad, como en la Eucaristía o en su Corazón. Por Cristo conocemos el misterio de Dios, de Dios que es amor. Conocemos a Dios por el misterio de su revelación; Dios al salvarnos se nos ha dado a conocer. Historia de salvación y Revelación van de la mano.

Dos párrafos de Raniero Cantalamessa nos pueden ayudar en este día:

“Los cristianos creen que Dios es uno y trino porque creen que Dios es amor. Dios es amor porque desde la eternidad tiene «en su seno» un Hijo, el Verbo, al que ama con un amor infinito, es decir, con el Espíritu Santo. En todo amor siempre hay tres realidades o sujetos: uno que ama, uno que es amado, y el amor que les une. El Dios cristiano es uno y trino porque es comunión de amor. En el amor se reconcilian entre sí unidad y pluralidad; el amor crea la unidad en la diversidad.”

“Cuando uno está en la orilla de un lago o de un mar y se quiere saber lo que hay del otro lado, lo más importante no es agudizar la vista y tratar de otear el horizonte, sino subirse a la barca que lleva a esa orilla. Con la Trinidad, lo más importante, no es elucubrar sobre el misterio, sino permanecer en la fe de la Iglesia, que es la barca que lleva a la Trinidad.”

La oración de este día puede evocar todo lo que Dios ha hecho por nosotros pero fijándonos en su ser y en las tres personas de su misterio y dejarse llevar por sentimientos de gratitud, amor, adoración, alabanza, petición, humildad, reparación, petición de perdón y de misericordia. Nadie nos conoce y ama más y mejor.

Isabel de la Trinidad, carmelita, escribió una oración de la que entresaco unas frases:

“Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero volverme totalmente dócil, para aprenderlo todo de Ti.”

“Oh Fuego abrazador, Espíritu de amor, desciende sobre mí, para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo.”

Y Tú, oh Padre, inclínate sobre esta pobre criatura tuya, cúbrela con tu sombra, no veas en ella sino a tu Hijo Predilecto en quien tienes todas tus complacencias.”

Ella pensaba: “El centro del alma es la sede del amor y el lugar de habitación privilegiado de Dios-Trino”. Como decía santa Teresa: “no estamos huecos”

ELEVACIÓN A LA SANTÍSIMA TRINIDAD

“Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro, ayúdame a olvidarme totalmente de mí para establecerme en Ti, inmóvil y tranquilo, como si ya mi alma estuviera en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, oh mi inmutable, sino que cada minuto me sumerja más en la hondura de tu Misterio. Pacifica mi alma, haz de ella tu cielo, tu morada de amor y el lugar de tu descanso. Que en ella nunca te deje solo, sino que esté ahí con todo mi ser, todo despierto en fe, todo adorante, totalmente entregado a tu acción creadora.

Oh mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser, en mi alma, una esposa para tu Corazón, quisiera cubrirte de gloria, quisiera amarte…, hasta morir de amor. Pero siento mi impotencia: te pido ser revestido de Ti mismo, identificar mi alma con cada movimiento de la Tuya, sumergirme en Ti, ser invadido por Ti, ser sustituido por Ti, para que mi vida no sea sino irradiación de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.

Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero volverme totalmente dócil, para aprenderlo todo de Ti. Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas mis impotencias, quiero fijar siempre la mirada en Ti y morar en tu inmensa luz. Oh Astro mío querido, fascíname, para que ya no pueda salir de tu esplendor.

Oh Fuego abrazador, Espíritu de amor, desciende sobre mí, para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo: que yo sea para Él como una prolongación de su Humanidad Sacratísima en la que renueve todo su Misterio.

Y Tú, oh Padre, inclínate sobre esta pobre criatura tuya, cúbrela con tu sombra, no veas en ella sino a tu Hijo Predilecto en quien tienes todas tus complacencias.

Oh mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad en que me pierdo, me entrego a Vos como una presa. Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos, hasta que vaya a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas”

Beata Isabel de la Trinidad

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