Me pongo en presencia de Dios. Le ofrezco este día. Puede que en algún sitio se celebre la fiesta del Cuerpo de Cristo. Prepararnos para el encuentro con Él en la Santa Misa. Recuerda aquello que antes decíamos: Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Cristi y el día de la Ascensión.
Cristo en mi vida: un antes y un después. La palabra de Dios no está encadenada. Lee despacio: haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos. Es doctrina segura: si morimos con él, viviremos con él. Si perseveramos reinaremos con él.
SALMO: Señor enséñame tus caminos.
Medita con paz el evangelio. ¿Qué mandamiento es el primero de todos? Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo. Al final termina Jesús diciendo “No estás lejos del reino de Dios”. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Cuántas veces nos preguntamos si amo Dios y al prójimo. Lo tenemos bien claro en los mandamientos. Estos diez mandamientos se encierran en dos: amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Ese ha sido el ejemplo de los santos. Tomaban la fuerza de Dios para amar al prójimo. Y veían a Dios en el prójimo.
¿Cómo puedo amar a Dios sino le veo? Teniendo en cuenta que se te hace presente en el prójimo.
La Iglesia nos pone ejemplos cercanos. La beata Ana de San Bartolomé es uno de ellos. Cuenta ella misma que desde pequeña (cuando casi no sabía hablar ni entender) ya tenía un gran miedo al pecado y una gran pena por si podía perder la gracia de Dios. A los diez años quedó huérfana y sus hermanos mayores le encargaron cuidar ovejitas. Lo hacía con gran cariño y entrega. Se cuenta que se le aparecía el Niño Jesús y que pasaba ratos deliciosos jugando con él como si tal cosa. “En todas partes se me mostraba el Niño Jesús y parecía que crecía conmigo”. Esto le ayudaba a vivir continuamente en la presencia de Dios y a llevar una vida de intensa vida de oración y de alta contemplación. Cuando cumplió 21 años su familia le animaba a que se casara. Ella se resistía y tanto la insistían que se había consagrado al servicio del Señor. Tanto y con tantas razones la empujaban a formar un hogar que casi estuvo a punto de ceder si se encontraba con “un joven muy santo muy rico, muy agradable y que le ayudase a servir mejor al Señor”. Mientras esto pensaba, se le apareció aquel Niño de hacia años, ahora ya en edad juvenil, mientras le decía al oído: “Yo soy el que tú quieres y conmigo te has de casar”; y desapareció. Conoció a Santa Teresa de Jesús. Un hermano suyo quiso impedirlo y hasta casi le atravesó una espada para obstaculizar su ingreso en el Carmelo pero por fin todos cedieron y el 1 de noviembre de 1570 ingresaba en al orden de Santa Teresa.
La Santa, para probarla en la humildad, hace como que no se da cuenta de las maravillas que el Señor obra en su hija predilecta y le ordena se entregue en humildes oficios: portera, cocinera, enfermera y le hace su misma “secretaria” y ella, que apenas sabía leer ni escribir, lo hace de modo maravilloso. Ana será quien reciba su último suspiro en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582. Ana extenderá el Carmelo en Francia y Flandes. Trabajó siempre mucho por la Iglesia y por la salvación de las almas. Le había dicho al Señor: “Señor, cuando me llevéis, que sea sin ruido”.
Estate atento en la oración para que veas que te pide. Como estamos en el mes del Corazón de Jesús recuerda aquella. “Sagrado de Corazón de Jesús, en ti confío” ¡Yo puedo tan poco!