AMOR AL ENEMIGO
Transcurrido ya un gran tramo del mes de Junio, consagrado al Corazón misericordioso de Jesús, podemos hacer nuestra oración de hoy sobre el texto del Evangelio del día. Después de llevar días meditando en el Corazón de Cristo, tal vez tengamos un poco más de luz para adentrarnos en nuestra oración acompañados de Santa María, que entendió muy bien las palabras de Jesús.
Podemos decir que Jesús nos traza unos nuevos horizontes para el amor. “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos”
No nos lo pone fácil el Señor, pero nos da su gracia para que podamos comprender e intentar vivir este mensaje, que es capaz de cambiar el mundo.
“Amarás a tu prójimo” es norma que encontramos en el libro del Levítico (19, 18), si bien en este caso, el prójimo significa el pariente y el compatriota. La segunda afirmación, “y aborrecerás a tu enemigo”, no se encuentra literalmente en ningún pasaje de la Biblia; pero así lo deducían los judíos como conclusión de lo primero.
Gracias a Dios, una vez más Jesús rompe con la tradición de los rabinos y va más allá. “Yo en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos. Haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian”
El paso que da Cristo es de gigante y para gigantes. Declara inviable y anticuada nuestra división de personas en amigos y enemigos. Para el que ama, como Cristo, no hay más que hermanos, hijos todos del mismo Padre.
¿Un programa realizable?
¿Es un programa que se puede vivir, o es simplemente una utopía para soñadores?
Visto a la luz de la sabiduría del mundo, el programa de Jesús puede parecer para ángeles o para tontos. Y nosotros decimos no ser ninguna de las dos cosas.
Está bien que Cristo nos mande excluir todo sentimiento de odio, rencor, malquerencia, fanatismo o intolerancia; pero ¡practicar el desarme unilateral y amar al enemigo!
Muchas veces oímos y nos pasa también a nosotros que perdonamos, pero nos resulta como imposible olvidar, y menos aún querer.
Llegar a querer afectivamente al enemigo precisa de madera de santo o temple de héroe.
Jesús no nos manda lo que no podemos hacer. Pero sí nos propone su ejemplo. Él murió perdonando a sus enemigos, y otros muchos cristianos a través de la historia han seguido sus pasos.
Lo que nos manda Jesús es el amor efectivo: hacer el bien al enemigo, rezar por él, respetarlo siempre como persona y como hermano, hijo también de Dios.
Acabemos nuestra oración de hoy pidiendo al Corazón de Jesús que nos de un corazón semejante al suyo. Así podremos vivir el amor a todos, a los de cerca y a los de lejos; a los que nos caen bien y a los que nos injurian.