La sola contemplación de la escena evangélica basta como tema para la oración. Una situación muy típica en la vida de Jesús, un amigo que, como tantos, le invita a comer a su casa. Y en este momento una mujer que realiza un gesto excepcional, de una gran delicadeza, impulsada por un amor profundamente agradecido.
El fariseo escandalizado ante semejante demostración, se pregunta como Jesús permite a la mujer este exceso de confianza.
Cristo le tiene que hacer ver al anfitrión que no ha tenido en cuenta con el los detalles de atención que esta mujer esta teniendo. Ojalá no nos pase a nosotros lo mismo, que no nos tenga que decir Jesús que nos faltan detalles de afecto para con él. Pues entonces, como nos dice san Pablo en la carta a los Corintios, habremos malogrado nuestra fe.