5 septiembre 2012. Miércoles de la XXII semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración


Ofrecemos nuestras vidas al Corazón de Cristo, por medio del Corazón Inmaculado de Santa Maa, nuestra Reina y Madre, todos nuestros trabajos, alegrías y sufrimientos. Y lo hacemos uniéndonos por todas las intenciones por las que se inmola continuamente sobre los altares.

Cuando leemos estos versículos de la epístola de San Pablo a los Corintios, nos recuerda a aquellas palabras del beato Juan Pablo II de transformar el mundo de salvaje en humano, de humano en divino, según el corazón de Dios. Porque siempre están latentes en nuestro interior los instintos carnales que crean divisiones en nuestra vida y alrededor y no nos permiten mirar al prójimo como superior a nosotros mismos, como imagen de Cristo. Cuando leo estos versículos me identifico perfectamente en esas divisiones que aparecen en estas primeras comunidades de primeros cristianos. Los años no son capaces de borrar ese instinto natural pero carnal que mantiene esa escala de yo primero y luego el resto”. El amor de Cristo se manifiesta con total claridad en su última cena en el lavatorio de los pies. Si yo he hecho esto con vosotros, cuánto más entre vosotros: ocupad el último lugar.

Así nos lo narra el evangelio de hoy, pasando haciendo el bien a todo su pueblo, curando enfermos, arrojando demonios. Podemos rezar en la oración de mañana con una súplica: envíanos Señor tu Espíritu para poder actuar como hombres de espíritu. Sin Él, nada podemos hacer. Y ¿cuál es el trabajo que Dios nos pide? Nos contesta también Jesús en el Evangelio: que creamos en aquel que Dios ha enviado. Señor, creemos en ti, pero aumenta nuestra fe.

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