Oración
preparatoria
Nos la ofrece la
oración colecta (es la primera de las oraciones que el sacerdote hace en la
misa) de la eucaristía de esta semana y dice:
“siembra en
nuestros corazones el amor a tu nombre… acrecienta el bien en nosotros… y consérvalo
con tu amor”.
Nos invita a una
actitud de amor a Dios, reconocemos que el bien procede de él y le pedimos que
lo acreciente y además, que lo conserve. Nos recuerda que todo procede de Dios,
y que nuestra felicidad está en alabarle, vivir de su amor y extender el bien.
Es fácil rezar con ella.
Oración
Con un texto tan
conocido como el del evangelio de hoy es fácil orar, por ello me voy a fijar en
algunos detalles que puedan ayudarnos a dar vida a este pasaje evangélico. Al
leerlo fíjate bien en Jesús, pues este pasaje es muy rico para poder conocer lo
que hacía, cómo lo hacía, lo que miraba, lo que sentía… En primer lugar sitúate
como aquellos que “se agolpaban a su alrededor para escucharle”. Por tanto,
Jesús habla. Escúchale.
Pero también nos
dice el evangelio que “vio”. ¿Qué ve Jesús? Su mirada es la mirada de Dios en
la tierra. Encuéntrate con su mirada.
¿Qué hace Jesús?
Se sube a la barca de Pedro y desde ella enseña a la gente, y después se queda
con sus discípulos. Desde la barca les guiará en su pesca, les orientará y dirá
lo que tienen que hacer. Piensa que hoy Jesús se sube a la barca de tu vida y
que desde ella, la dirige.
Y Jesús entabla
un dialogo con Pedro. Esto es orar, ante la Palabra y la acción del Señor, ofrecer la vida,
ponerse en acción, obedecer la
Palabra aunque resulte sorprendente. El dialogo pasa de lo
externo, las acciones, la pesca, la gente, a lo más interno. El mismo corazón
de Pedro, que ante el milagro, se siente indigno y afirma: “Soy pecador”.
Quizás todo el pasaje estuviera destinado a este momento, para que el Señor
pudiera decirle a Pedro: “No temas”.
Ahora vuelve a
una mirada de conjunto a todo el pasaje y mira como empieza: Jesús rodeado de
gente enseñando; y como acaba: con el seguimiento por parte de sus apóstoles.
Hoy también el Señor sigue llamando con la fuerza de su acción y necesita quien
dejándolo todo, le siga.
Coloquio final
Jesús, sube a la
barca de mi vida y oriéntala, dirígela hacia donde de más fruto. Y que, desde
mi pobreza y debilidad pueda siempre reconocer tus Palabras hacia mí que me
dicen, no temas.
Madre, tú que
dijiste Si a la llamada, ayúdame a decir Si en este momento de mi vida, en este
comienzo de curso y que me sienta llamado a la misión en mi lugar de trabajo y
estudio, en mi familia y en mi grupo, parroquia.