Salir, como el sembrador, de mí mismo, para entrar en la presencia de Dios. Salir de la rutina de cada día con el corazón abierto y despierto para acoger la semilla que se me regala el Señor, el Sembrador.
Viviendo en su presencia toda mi vida encuentra sentido. La razón, es el amor que Dios me tiene y me transforma. Sólo tengo que ser consciente de su amor, entonces el amor de Dios me invade e inunda. Me desborda y me hace capaz de amar a los demás, a cambio… de nada.
El evangelio de hoy me ayuda a reconocerme por dentro. ¿Cuál es mi disposición ante la Palabra que siembra el Sembrador en mi interior? Jesús arrastra a muchas personas cuando pasa por los caminos, de pueblo en pueblo. Primero atrae a las personas con su sola presencia. Después habla al corazón… Entonces es irresistible.
Según esté preparado el corazón así será la cosecha.
La simiente puede caer: - Al borde del camino - En terreno lleno de piedras
- Entre zarzas - En tierra buena y preparada.
¿Estoy dispuesto a quitar y a cavar para que la tierra sea buena, esté preparada para la siembra? ¿En qué disposición me encuentro?
Jesús mismo explica el sentido de la parábola. Estas son sus palabras:
- “La semilla es la palabra de Dios
- Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven.
- Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan.
- Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero, con los afanes y riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no maduran.
- Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando”.
Yo todavía estoy entre los que escuchan. ¿En qué apartado me encuentro?
Descubro que la mayor dificultad para dar fruto es que aniden en nuestro corazón las tres tentaciones que padece Jesús en el desierto: en palabras de san Ignacio de Loyola: afán de riquezas, vano honor del mundo y crecida soberbia.
PEDIR Y SUPLICAR A MARÍA: que me de un corazón noble y generoso, capaz de escuchar la palabra, guardarla y perseverar para para dar fruto.