Nos ponemos en la presencia de Dios al comienzo de este rato de oración. Si estamos en una capilla con la presencia del Señor en un sagrario: le miramos y sobre todo nos dejamos mirar por Él. Si no contamos con la presencia eucarística del Señor, miramos dentro de nuestro corazón en gracia de Dios y lo sentimos presente.
Herodes era un hombre muy supersticioso y de la misma manera que un día temió y respetó a Juan Bautista, hasta que su miedo y sus ganas de quedar bien le llevaron a matarlo. De la misma manera tenía miedo de Jesús. Más adelante tuvo la oportunidad de matarlo y se lo devolvió a Pilatos sin hacerle ningún daño.
Sólo se tiene miedo a Dios cuando no se vive de acuerdo con la conciencia. “El apóstol Pablo dice: Hay entre vosotros quienes no conocen a Dios. Yo os digo que están en esta ignorancia todos los que no quieren convertirse a Dios. Porque rechazan la conversión por la única razón de que se imaginan que es severo este Dios que no es más que suavidad; imaginan que es duro e implacable aquel que es todo misericordia; creen que es violento y terrible aquel que sólo desea nuestra adoración” (San Bernardo).
Él conoce nuestras debilidades y pecados pues murió por ellos en la cruz. Él conoce nuestra miseria y nos ama por ello: “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”.
El triunfo más grande del demonio en nuestros tiempos ha sido hacernos ver a Dios como el gran justiciero que está esperando que caigamos para darnos el golpe mortal. La mayoría de las personas que nos rodean no se convierten porque creen que Dios no les puede perdonar tanto pecado. Él, que ha venido a salvarnos, se encuentra con un mundo que rechaza ser salvado. Ha venido a amarnos y rechazan ese amor. Ha venido a darse por entero en la Eucaristía y no es recibido.
En este rato de oración te invito a ofrecerte de corazón a este buen Dios para ser por un momento todo lo que Dios espera de los hombres: ofrécete para ser salvado, para ser perdonado, para ser su lugar de descanso, para ser amado,… Y además díselo a Jesús, díselo con muchas palabras y de muchas maneras. Para que entre tanto grito de odio y rechazo también Él escuche una respuesta de amor y acogida.
Pídele a la Virgen que te ayude, Ella en su humildad sabe sentirse elegida por Dios.