En Adviento, hoy, las lecturas nos proponen una situación que los
seguidores del Señor nos podemos encontrar. Y es la persecución, el
hostigamiento e incluso la muerte cruenta como les ocurriera al mismo Jesús y a
S. Juan Bautista.
Ciertamente se acentúa esta situación cuando en Adviento todo parece que
invita a la calidez, a cierta añoranza, a lo familiar y festivo. Por eso, la
carga de realismo tan fuerte de hoy, nos sobrecoge en cierto modo. Quizás
podamos preguntarnos si nuestro seguimiento (en estos momentos espera) del
Señor, incluye acoger la posibilidad del sufrimiento por Él.
Sabemos que vendrá y que será “en suma pobreza” y abandono de las
personas. Ahí es donde la Iglesia nos intenta situar, ¿estaré dispuesto a
acogerlo así? Diremos con el Salmo “No nos alejaremos de ti: danos vida,
para que invoquemos tu nombre”. En ese diálogo con el Señor es donde
obtendremos fuerzas para salir de toda situación de rutina, de toda búsqueda de
nosotros mismos y de toda indiferencia respecto a quienes nos rodean.
Queremos hacernos pequeños y estar muy cerca de la Virgen en estos días. Porque Ella, como Madre, vive en un anhelo creciente por tenerle entre sus brazos. Su corazón cantaría con el Salmo: Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
