En este día, al iniciarlo, si hago silencio en mi interior es muy fácil
ponerse en la presencia de Dios. Para que se haga más real esta presencia, pido
ayuda al Espíritu Santo. De esta manera me pongo en actitud de escucha. Hoy su
palabra de Dios nos despierta sin rodeos al inicio de este Adviento.
Hoy nos dice Jesús: “No todo el que dice ‘Señor, Señor’ entrará en el
Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los
cielos. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a
aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia… pero no
se hundió”. Pero el que escucha estas palabras mías y nos las pone en práctica
se parece a aquel hombre que edificó su casa sobre arena… se derrumbó”. No hace
falta mucha explicación: “obras son amores y no buenas razones” o como nos
recuerda san Ignacio de Loyola en la última “contemplación para alcanzar amor”
de los EE. “…El amor se debe poner más en las obras que en las palabras” (230).
Por tanto, acoger al Señor, creer en él, va más allá de los discursos,
de las palabras, aclamaciones.
Para terminar, recordamos este fragmento de la oración del P. Morales en el Adviento: “Santa María del Adviento, junto a ti en el Nazaret de la vida oculta: estudio, oración, entrega, trabajo, olvido. Granos de incienso silencio amoroso. A todo o que Él quiera responderé cantando como tú. HÁGASE”.