Contempladlo y quedaréis radiantes. Hoy podría ser esta la idea que
repitamos y hagamos vida durante todo este día. El Señor viene a su pueblo para
mostrar el rostro de Dios, aquel que no pudo ver Moisés y sin embargo su rostro
resplandecía. Dios viene en la Navidad a mostrarnos su rostro y como algún
filósofo dijo: es Dios y se nos parece. Qué alegría poder contemplarle hecho
niño. Contemplarle en los brazos de la Virgen. Déjate mirar por Él y por ella y
saldrás de la oración radiante. Vuélvete durante el día a contemplar su rostro
para que seas luz en aquellos ambientes donde es de noche. Cree que si estás
iluminado por su mirada serás luz para los otros, aunque te veas el más
pobrecillo y pecador. Porque no eres tú el que produce la luz, tú eres reflejo
de ella si te dejas.
Y podemos seguir saboreando el salmo, mi alma se gloría en el Señor. Es Él quien nos llena de gloria, nosotros somos su gloria. Su gloria es el hombre, pero no porque le podamos dar gloria, porque no le podemos añadir más a la que tiene, sino porque nos ama y quiere nuestro bien. El vivir gloriándonos en el Señor, desbordando de gozo, es el mejor testimonio de que ha llegado a nosotros la Navidad, de que el mundo necesita de su presencia, de que los demás se gocen de su presencia, aunque no lo vean con los ojos de la fe. Preparemos a los demás los caminos a través del testimonio gozoso de nuestras vidas.