Tiempo de Adviento,
tiempo de esperanza, tiempo de intimidad con el Señor, muy cerca de la Virgen y
de san José. ¡Qué buenos acompañantes en este camino preparando la venida del
Salvador! ¡Ven Señor, ven a mi vida! Dichoso yo si espero en el Señor, si en
cada momento de oración estoy convencido de que viene a mí.
Por eso la vida de oración de un
militante debe ser eco continuo de la liturgia. «Con Cristo hacemos nuestro
camino, le acompañamos, le seguimos. Él es nuestro Rey, la Luz que ilumina
nuestra ruta, el Autor de nuestra salud. Él nos atrae hacia el cielo, hacia el
Padre, y promete el triunfo a los que creen en Él y le buscan.» dice el P.
Morales.
La Virgen, en este camino, es el
atajo más rápido y seguro para conocer, amar y seguir a Jesús. Tiempo mariano
por excelencia.
El gran reto del mundo y de la
Iglesia, de la que también hoy el Señor se compadece, esa gran mies que
necesita obreros, es descubrir que necesita un Salvador.
Por eso hagamos oración constante de
súplica: «Despierta, Señor, tu poder y ven a salvarnos.» Jesús
"enseña". Jesús "cura". Jesús “salva”. ¡Es de
locos! ¿Lo descubro emocionadamente en mí? ¿Dejo que el Reino crezca
en mí? El Reino ha llegado a vosotros.
Madre, ¡cómo rezarías tú el padrenuestro!
¡Cómo dirías con estremecida emoción! ¡Venga a nosotros Tu reino! Puedo
hoy prolongar esta oración, aplicándola a casos concretos que conozco a mi
alrededor. Sana los corazones destrozados de aquellos a quienes amo, de
aquellos a quienes ni siquiera conozco. Haz mi corazón partícipe de tu
solicitud por tantas ovejas locas y descarriadas. ¡Que ya no tengan que llorar!
Pero los obreros son pocos. El
quisiera colaboradores. Humildes colaboradores en la viña del
Señor. ¿Quién se ofrecerá? Santa María del Adviento: prepara en
nuestros corazones los caminos del Señor, endereza sus senderos, allana
nuestros montes de soberbia, colma y llena los valles de nuestros desalientos y
depresiones.
¡Maranatha! ¡Ven, Señor Jesús!