La lucha de Jesucristo contra el diablo y las fuerzas del mal es una más
de las manifestaciones de divinidad del Hijo de Dios. Por un lado, manifiesta
el poder de Dios que es capaz de vencer al diablo, pero, por otro lado, es también
la manifestación de la misericordia del Padre que se compadece de cada ser
humano, especialmente del más necesitado; en este caso, del que es poseído por
el espíritu maligno.
Nuestra lucha, como seguidores de Jesús, también debe ser así. Podemos
rezar para que, por imitación de Cristo, nos llenemos de la misericordia de
Dios. Podemos pedir también, para que, humildemente, se manifieste en nuestras
acciones el poder de Dios que vence al maligno, que derrota al espíritu de este
mundo (“inmundo”) que tiene sometidos a tantos hombres y mujeres… Que se
manifieste en nosotros también esa “enseñanza nueva” llena de belleza, de
ternura, de verdad…
Recemos despacio: “Padre nuestro… no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal”. Amén.