1. “En cambio, Cristo
ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su «tienda» es más
grande y más perfecta ... se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha” (Heb
9,1)
Las antiguas alianzas, los antiguos ritos
quedan atrás, todo ha sido superado por el Sacerdocio Eterno y Nuevo de Cristo.
¡Cuánta gratitud, qué responsabilidad, qué
gozo! Yo me quedo con el gesto de Juan el Bautista señalando a sus discípulos:
¡He ahí el Cordero de Dios! O con la oración de la misa, viviendo ya la
plenitud del sacrificio, recitándolo despacio: ¡Cordero de Dios que quitas el
pecado del mundo, ten piedad de nosotros, danos la paz!
2. “Pueblos todos, batid palmas, aclamad a
Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime y terrible, emperador de
toda la tierra” (Sal 46)
Sí, aplaudimos al Señor, nuestro Dios, porque
se ha inmolado como Cordero inmaculado y se ha convertido en nuestro Rey y
Señor, no sólo por ser Creador sino por ser nuestro Redentor gracias a su
donación total en el Calvario y ahora incruenta en el sacrificio de la Misa.
3. “Al enterarse su familia, vinieron a
llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí” (Mc 3, 20)
¡Cuántas lecciones nos da un evangelio tan
cortito! Jesús llegó a casa, hogar-dulce hogar, con sus discípulos… Y la gente
que se entera de la llegada del que ya es considerado como Camino-Verdad-Vida,
no lo dejan ni a sol ni a sombra; dice el evangelio que “de nuevo se juntó
tanta gente que no los dejaban ni comer”. Y claro, enseguida viene su familia,
para “cuidarle” porque parece que se está pasando un poco, “estaba fuera de
sí”, vamos que se puede volver un poco loco.
¿Qué sentirá Jesús? ¿Qué sentirá María? ¿Cómo
lo verían los psicólogos del momento? ¿Qué terapia le recomendarían? ¿No
sentirá Jesús la soledad de las multitudes, la incomprensión hasta de los más
cercanos?
Toca clavar los ojos en Él, escucharle, auscultarle, conversar; interrogar a los más íntimos de sus discípulos; acercarse a María (¿cómo encuentras a Jesús?). Y en algún momento, cara a cara, a solas con el Amigo. ¡Jesús, si te llevan, yo voy contigo, porque soy tú!