Nuestro último pensamiento al acostarnos debe ser para preparar este
momento de encuentro con Dios. ¿Qué voy a hacer al levantarme? ¿A dónde voy?
¿Con quién me voy a encontrar? Hacer composición de lugar de la escena que voy
a contemplar, “metiéndome en ella como si presente me hallase”.
El tiempo de Navidad discurre suavemente hacia el tiempo Ordinario, y
las lecturas engarzan los misterios de la infancia del Señor con los misterios
de su vida pública. Las dos primeras lecturas nos hablan de un nuevo
nacimiento, no puede pecar, porque ha nacido de Dios (1 Juan 3, 9), y
de la extensión del reino, los confines de la tierra han contemplado la
salvación de nuestro Dios (Salmo 97).
El evangelio nos dice cómo van a ser posible estos anhelos, Jesús planta
la semilla del gran árbol que es su Iglesia. La escena recoge el primer
encuentro con aquellos que serán sus apóstoles.
Andrés y probablemente Juan, se pusieron a seguir a Jesús, sin atreverse
a abordarle, sin osar llegar hasta su altura. Veían su largo pelo y su ancha
espalda, admiraban la seguridad de su andar. Él se volvió. ¿Qué
buscáis? (Jn 1, 33) preguntó. Ellos respondieron, Maestro, ¿dónde vives? Responden con otra pregunta, esta respuesta indica que
no buscan una cosa, ni siquiera una idea o una verdad. Buscan a una persona,
intuyen que ha pasado el tiempo de las ideas abstractas y ha llegado la hora en
que la única verdad es una persona, porque la Palabra se ha hecho carne. Quizá
fue Juan quien dio esa respuesta que, en cierto modo, resume el futuro prólogo
de su evangelio y su mensaje de que «el Verbo se hizo carne».
Venid y lo veréis. Y fueron y vieron donde moraba y se quedaron con él
aquel día, comenta el evangelista, que añade: Era alrededor de la hora
décima (Jn 1, 40). La descripción es asombrosa, si tenemos en
cuenta que quien narra es uno de los personajes de la escena, muchos años
después. Se precisa con gran exactitud la hora y la duración de la
conversación. Cuando escribía esta página, ya de viejo, con mano
temblorosa el evangelista se debió de conmover igual que cuando uno
recuerda el principio de un amor único.
Tú estás metido en la escena, contemplándola.