Resuena, sin duda, todavía la exhortación del papa emérito Benedicto XVI
en su testamento espiritual: ¡manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen
confundir!
En estos días primeros del nuevo año, la carta a los hebreos nos insiste
en la misma idea. ¡Tenemos que vivir de fe! En la noche oscura de la vida, Dios
nos sigue iluminando a través de su Palabra y del amor y el testimonio que
recibimos de tantos cristianos que son la voz con la que se me invita a
acercarme a Jesús sin miedo.
Es verdad que estoy sucio, que soy leproso del alma, que el pecado me
seduce y engaña a menudo, pero la Palabra de Dios y el testimonio de la Iglesia
me empujan a acudir humildemente a Jesús y decirle: “Si quieres, puedes
limpiarme”.
Muestra a Jesús en este rato de oración tus manchas, lo que te humilla,
tus pecados, tus debilidades. Siente que Jesús se acerca, te mira con cariño,
te sonríe. “Quiero, queda limpio”.
Camina por el mundo con cara de redimido. Cree firmemente en el poder de Dios y proclámalo a todos los que te ven y te escuchan. ¿Cómo? Queriéndolos como son, curando sus heridas del corazón, poniéndote a su lado para servirles. Pues esto es fe que se mueve por el amor.