El evangelio de hoy nos presenta a Jesús en Genesaret, con sus discípulos,
recién desembarcado. Acompañemos a Jesús en nuestra oración, contemplémoslo,
toquémoslo y dejémonos curar por Él. Pidamos al Espíritu Santo que nos alcance
conocimiento interior del Señor, para que más lo amemos y lo sigamos. Vamos a
ir recorriendo el pasaje despacio, centrándonos en algunos detalles, con los
ojos fijos en Jesús.
1. Algunos
lo reconocieron. Muchos se cruzaron con Jesús mientras recorría Galilea. Muchos han oído
hablar de Él hoy: le conocen como pueden conocer a Napoleón, a Julio César o a
Nelson. Pero una cosa es conocer, y otra reconocer. Cuando hace años hubo un
atentado terrorista en León recibí la noticia de que en él había muerto un
comandante del Ejército. A las pocas horas me llamó por teléfono una compañera
de trabajo y me preguntó qué me había parecido el hecho, y le contesté que era
indignante, etc. Pero en cuanto me informó de que la víctima era un conocido
común y caí en la cuenta de quién era, me quedé sin palabras. Re-conocí a mi
amigo, el atentado me golpeaba profundamente, me conmoví de tal manera que
apenas pude seguir al teléfono. Ese reconocimiento me llevó a cancelar mis planes
de viaje para ese mismo día y a dirigirme inmediatamente a consolar a su
familia. Cuando reconocemos a Jesús presente en las apariencias,
acontecimientos y personas en el día a día, nuestra vida queda “tocada”,
cambia, y no podemos por menos de “pregonar la noticia por toda la comarca,
y traerle todos los enfermos”, como señala el pasaje paralelo en Mt 34-36.
Que seamos de los que reconocen a Jesús, y se ponen a recorrer la comarca
–nuestro mundo concreto–, pregonando la noticia de su presencia.
2. Le
llevaban los enfermos en camillas. Hay en este pasaje unos personajes que
pasan desapercibidos: son los camilleros. Son los que recorren el camino hacia
Jesús cargando con el peso de los enfermos, los que los colocan en la plaza…
Nos enseñan lo que hemos de ser en nuestro mundo actual. Es verdad que también
nosotros somos enfermos, pero -además de a ser sanados- hemos sido llamados a
llevar a los pies de Jesús a los enfermos que no pueden ponerse en marcha.
Mañana celebraremos la memoria de Nuestra Señora de Lourdes y la Jornada
Mundial del Enfermo. Recordemos la labor de tantos camilleros y de tantos otros
voluntarios que llevan a los enfermos a la Virgen y a Jesús. Son de esas tareas
que se hacen en lo escondido, y en las que se cumple lo dicho por Jesús: “tu
Padre que ve en lo escondido te lo pagará”.
3. Le
rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto. ¡Qué oración tan sencilla para
prolongar nosotros a lo largo del día! ¡Déjanos tocarte, Señor! Al menos el
borde de tu manto… y si Tú me alargas la mano y el corazón y me haces atrevido…
Los enfermos le tocaban por fuera, su manto. Nosotros somos mucho más
afortunados. Podemos tocarle por dentro… en la comunión. Jesús es el Dios tan
cercano que se deja tocar y comer. ¿Y si en la oración, más que intentar
tocarle, nos dejamos tocar por Él?
4. Y
los que lo tocaban se ponían sanos. Experimentaron la fuerza sanadora que
sale de Jesús. Pero para ser curados, antes tuvieron que reconocerse enfermos.
¡Cuántos hay se quedan con sus enfermedades porque no se consideran enfermos!
Eso nos puede pasar a nosotros. ¡Cómo nos cuesta reconocernos pequeños,
enfermos, miserables, pecadores! Y sin embargo, ¡cómo le gusta a Jesús acudir
en ayuda de nuestra debilidad, curarnos, ejercer su misericordia, perdonar nuestros
pecados…!
Oración final. Santa María, Nuestra Señora de
Lourdes, Salud de los enfermos: Tú que has conocido a Jesús como nadie, y que
lo has amado y seguido con un amor singular, enséñanos a conocerlo, a
reconocerlo, y a tocarlo, para que seamos sanados por Él, y así nos pongamos en
marcha para ser camilleros de los enfermos de hoy. Amén.