El Apóstol Santiago nos haba de una “sabiduría que viene de arriba”, cuyos frutos son la amabilidad, la misericordia, la justicia y la paz. Para recibirla es preciso tener el corazón libre de envidias, de rivalidades y amarguras. Iniciemos nuestra oración pidiendo al Señor un corazón sencillo y humilde en el que el Espíritu Santo pueda derramar sus dones. ¡Ven, Espíritu de sabiduría! Guía nuestro corazón por la senda de la paz.
En el evangelio, vemos a Jesús escuchando la necesidad de un padre que pide por su hijo. Se interesa por su caso, le presta atención, le pregunta… Con esta actitud, Jesús nos da confianza para contarle nuestras necesidades y problemas. Nada de lo nuestro le es indiferente. Orar es exponerle a Jesús nuestra angustia y preocupación.
La humilde súplica de aquel hombre –“si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos”- provoca en Jesús una invitación a poner en Él toda la confianza: “Todo es posible para el que cree”. Jesús lo puede todo, pero necesita de nuestra fe plena en Él. Hace unos días nos decía también el apóstol Santiago que teníamos que pedir a Dios sin titubear nada, para no ser como las olas sacudidas por el viento (St 1,6). Aquel padre da de nuevo muestras de una gran humildad cuando reconoce que tiene fe, pero que su fe no es perfecta; por eso le pide al Señor que aumente su fe para que sea firme: “Creo, pero ayuda mi falta de fe”. De alguna manera, le pide a Jesús que ponga Él la fe que le falta para obrar el milagro y con ese gesto de confianza en Cristo completa su fe. Entonces Jesús puede actuar y liberar del demonio a su hijo.
El pasaje termina con una exhortación a sus discípulos a orar, para alcanzar esa fe capaz de dejarle a Dios las manos libres para actuar y derramar su misericordia sobre el mundo. Oremos con palabras llenas de humildad: ¡Señor, yo también soy de esos discípulos a los que les falta fe para que Tú puedas hacer grandes cosas en nosotros! Dame la gracia de la perseverancia en la oración para que mi fe crezca y sea como una roca en medio del oleaje, de modo que todo lo espere de tu amor: “¡Creo, Señor, pero ayuda mi falta de fe!”