26 febrero 2014. Miércoles de la séptima semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

1. Oración preparatoria: hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en pie en presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.” (EE 46)

2. Petición: hacemos nuestra la oración colecta de la misa y le pedimos al Señor: “Dios todopoderoso y eterno, concede a tu pueblo que la meditación asidua de tu doctrina le enseñe a cumplir, de palabra y de obra, lo que a ti te complace.”

3. Puntos para orar: hoy la carta de Santiago nos avisa de la fugacidad de la vida y de cómo todo plan fuera de la voluntad de Dios es vanidad. El Salmo 48 insiste en la misma idea. Puede ser un texto adecuado para leerlo y meditarlo despacio en la oración de hoy. Los salmos son la oración privilegiada de la Iglesia. En este salmo se insiste en que el fin de la vida es seguro aunque incierto. Los que confían en su dinero y en sus dones, a pesar de sus éxitos y de sus grandes riquezas y poder, morirán sin remedio. A los que confían en Dios y ponen en sus manos su vida, él les salva de las garras del abismo.

SALMO 48

Oíd esto, todas las naciones;
escuchadlo, habitantes del orbe:
plebeyos y nobles, ricos y pobres;
mi boca hablará sabiamente,
y serán muy sensatas mis reflexiones;
prestaré oído al proverbio
y propondré mi problema al son de la cítara.
¿Por qué habré de temer los días aciagos,
cuando me cerquen y acechen los malvados,
que confían en su opulencia
y se jactan de sus inmensas riquezas,
si nadie puede salvarse
ni dar a Dios un rescate?
Es tan caro el rescate de la vida,
que nunca les bastará
para vivir perpetuamente
sin bajar a la fosa.
Mirad: los sabios mueren,
lo mismo que perecen los ignorantes y necios,
y legan sus riquezas a extraños.
El sepulcro es su morada perpetua
y su casa de edad en edad,
aunque hayan dado nombre a países.
El hombre no perdura en la opulencia,
sino que perece como los animales.
Éste es el camino de los confiados,
el destino de los hombres satisfechos:
son un rebaño para el abismo,
la muerte es su pastor,
y bajan derechos a la tumba;
se desvanece su figura,
y el abismo es su casa.
Pero a mí, Dios me salva,
me saca de las garras del abismo
y me lleva consigo.
No te preocupes si se enriquece un hombre
y aumenta el fasto de su casa:
cuando muera, no se llevará nada,
su fasto no bajará con él.
Aunque en vida se felicitaba:
«Ponderan lo bien que lo pasas»,
irá a reunirse con sus antepasados,
que no verán nunca la luz.
El hombre rico e inconsciente
es como un animal que perece.

4. Unos minutos antes del final de la oración: Dialogo con Jesús: sálvame Señor del deseo de poseer dones y riquezas fuera de tu voluntad. Avemaría a la Virgen y diálogo filial con ella.

5. Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al preparar o al hacer la oración, pedir perdón y proponerme algo concreto para enmendarlo.

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