Empezamos nuestra oración invocando al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el fuego de tu amor”. Hoy os propongo como hilo conductor de la oración la lectura del Evangelio y el siguiente comentario del monje trapense san Rafael Arnáiz, recogido de Escritos Espirituales 07/04/1938:
Si alguien quiere venir detrás de mí, que se niegue a mismo, que tome su cruz y me siga" ¡Qué bien se vive en el Corazón de Cristo! ¿Quién se puede quejar de padecer? Sólo el insensato que no adore la Pasión de Cristo, la Cruz de Cristo, el Corazón de Cristo, puede desesperarse en sus propios dolores… ¡Qué bien se vive, junto a la Cruz de Cristo! Cristo Jesús, enséñame a padecer... Enséñame la ciencia que consiste en amar el menosprecio, la injuria, la abyección... Enséñame a padecer con esa alegría humilde y sin gritos de los santos... Enséñame a ser manso con los que no me quieren, o me desprecian... Enséñame esa ciencia que Tú desde la cumbre del Calvario muestras al mundo entero. Mas ya sé..., una voz interior muy suave me lo explica todo..., algo que siento en mí que viene de Ti y que no sé explicar, me descifra tanto misterio que el hombre no puede entender... Yo, Señor, a mi modo, lo entiendo..., es el amor..., en eso está todo... Ya lo veo, Señor..., no necesito más, no necesito más... es el amor, ¿quién podrá explicar el amor de Cristo?... Callen los hombres, callen las criaturas... Callemos a todo, para que en el silencio oigamos los susurros del Amor, del Amor humilde, del Amor paciente, del Amor inmenso, infinito que nos ofrece Jesús con sus brazos abiertos desde la Cruz. El mundo loco, no escucha...
Madre Inmaculada ayúdanos a cargar con la cruz de cada día, siguiendo al Señor y aceptando lo que Él quiere de nosotros, qué es lo mejor para nuestra vida.