Jesús habla a la gente: “El que tenga oídos para oír, que oiga”. ¿Los tenemos? ¿Queremos escuchar su voz? Nos dice: lo que nos hace impuros no nos viene de fuera, sino de dentro. Lo que verdaderamente hace daño es lo que sale del corazón. Cuidar nuestro corazón, educarlo, alimentarlo.
El corazón son los afectos, los deseos, los sufrimientos y las alegrías. Meter al Señor en todo eso, a través de su Madre. Ella limpia nuestro corazón, le quita los malos deseos, las heridas mal curadas, los rencores ocultos. Nos cuesta mucho sanar todo eso, pero ella lo hace. Dejar que la fuerza de Cristo nos inunde. Pedidlo muchas veces en la oración:
“Señor, sana el corazón enfermo”
Jesús les dice en la intimidad, a sus discípulos, a nosotros, el por qué de ese hecho, esencial para entendernos a nosotros mismos y para saber cómo actúa la gracia.
“Lo que sale de dentro, eso sí mancha al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro”.
Cogido del comentario de un Franciscano a esta lectura, o añado un sencillo cuento:
“Dicen que una maestra pidió a los niños de la clase que dibujaran en un folio el arma más destructiva que conocían. Los niños se pusieron a dibujar aviones, bombas, torpedos y metralletas. Todos menos una niña que se puso a dibujar un corazón. Cuando lo vio la maestra se acercó a ella con cuidado para preguntarle si había entendido lo que tenían que hacer. Claro que he entendido, dijo la niña. Y por qué dibujas eso, quiso saber la maestra. Espere a que lo pinte de negro, dijo la niña. Un corazón negro es el arma más destructiva que existe”.
Roguemos hoy en nuestra oración por aquellos que tienen el corazón negro en tantas partes del mundo, produciendo guerras, violencias, agresiones, abusos, y llevando destrucción, pobreza y odio a tantas personas.
Pero roguemos también por nosotros, por aquellos cuyo corazón se puede ir ennegreciendo por no cuidarlo, por no recurrir a María, por descuidar un buen examen personal cada día, antes de irnos a descansar, para conocernos mejor y dejarnos ayudar más por el Espíritu Santo.
Pidámoselo con cariño a Nª Sª, la Virgen de Lourdes, cuya fiesta ayer celebrábamos.