23 febrero 2014. Domingo de la séptima semana Tiempo Ordinario (Ciclo A) – Puntos de oración

Me pongo en presencia del Señor. Le pido luz para  meditar en el día de hoy.

Muchos estaremos haciendo un día de Retiro Espiritual. No sé si estos puntos nos servirán, pero con la fuerza de Dios los escribo.

Nos dice el catecismo de la Iglesia católica en el número 1166: “La Iglesia desde la tradición apostólica en el mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que se llama con razón ‘día del Señor’ o domingo”

El día del Señor, es el día de la Resurrección, el día de los cristianos, es nuestro día. Por eso es llamado día del Señor: porque es en este día cuando el Señor subió victorioso junto al Padre. Si los paganos lo llaman el día del sol, también lo hacemos con gusto; porque hoy ha amanecido la luz del mundo, hoy ha aparecido el sol de justicia cuyos rayos traen la salvación (s. Jerónimo)

Señor, pones el acento en lo especifico del amor cristiano: no solo perdonar al enemigo, sino amarlo, hacerle el bien y pedirle lo mejor para él. Tú no viniste a fundar una nueva religión, sino un estilo nuevo de vida que, si los cristianos lo pusiéramos en práctica, cambiaría el mundo: no resistirse al mal, ser compasivo, aspirar a la perfección haciendo el bien a todos, amigos y enemigos.

Recuerdo aquella frase: Si quiere ser feliz un instante véngate de una persona, si quieres ser feliz siempre perdona.

Cristo va más allá. No solo nos pide perdonar no al amigo, sino al enemigo, no solo perdonarle, sino amarle. Esto, si no es por gracia suya, es imposible.

Ayer, en mi centro educativo, una compañera fue a decirle al responsable que una zona de la cocina había quedado sucia. Lo vieron desde cargos directivos, profesores e incluso alumnos. Lo debería haber realizado un alumno y revisado el profesor el día anterior. Esto otras veces lo había hecho yo al finalizar el trabajo. Este día no lo hizo y se formó una revolución.

Me dice la compañera: ‘tráeme unos guantes que lo hago’. Cogí, lo hice y les dije a algunos alumnos cómo se debe limpiar. Voy a la cocina y veo un montón de platos sin lavar; los había dejado otro compañero y se le había olvidado lavarlos. Los lavé y los sequé. Luego había una charla  y una profesora me dijo que ella no podía quedarse. Me ofrecí. Total, si uno quiere amar cada día, puede. Es verdad que estas cosas en plan educativo tienen su camino. Pero al final me dice una persona: ‘¿Tú por qué haces esto?’ Le dije: ‘tú lo sabes, porque es mi centro y me gusta sentirme contento y, si quieres algo más, porque soy cristiano.’

Que disfrutemos del domingo. Que demos gracias y que gocemos de la paz, del descanso, de la comida, del amor de los que comparten vida con nosotros y del gran amor con mayúscula, Jesús.

¿Puede existir mayor gozo que el creernos de verdad que somos hijos amados, que el Señor nos ha encontrado? Y todavía muchas veces no somos felices.

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