· “Solo en ti he puesto mi esperanza” (de la
oración colecta de la misa). Esta expresión de la liturgia del domingo nos hace
comenzar la semana renovando nuestro si a Dios. La oración ignaciana nos lleva
siempre al “todo”, al “mas”, a recordar continuamente el principio y fundamento
de nuestra vida.
· “Vosotros
sois”. Así define Jesús a los discípulos, a los que le siguen, a los
cristianos... Debemos agradecer al Maestro que nos hable así y nos
defina. Debemos ser así. Es bueno reconocer la confianza que deposita
Jesús en los que le siguen, y es bueno que nosotros lo reconozcamos así. Nos
viene muy bien a los cristianos de estos tiempos y debe convencernos de que
quien cambia al mundo, el verdadero progreso del mundo no viene de las ideas ni
de los proyectos políticos. Viene de los cristianos: vosotros sois la luz del
mundo. Es el cristiano el que ilumina y sazona el mundo. ¿nos los
creemos? ¿te lo crees?
· Ser sal.
Hermosa forma de definirnos llena de sentido. Nos fijamos solo en uno. La sal
no existe para sí misma, sino para condimentar. La sal da sabor, y si falta se
nota su ausencia. ¡todo está insípido? Nos surgen preguntas. ¿Qué me hace ser
insípido? ¿Qué sabor da mi vida? Un cristiano, una comunidad, puede volverse
insípida para los que le rodean. Y entonces no serie para nada
· Ser luz. La
luz tampoco existe para sí misma, sino para iluminar su entorno, permite y
estimula la vida de los hombres... Tanto la sal como la luz tienen su valor en
prodigar algo a otros. Son las buenas obras de los cristianos las que iluminan.
· Aplicación:
solo los santos, los cristianos fervorosos son de verdad sal y luz del mundo.
Los tiempos nos están exigiendo santidad, unidad, dedicación al
apostolado, a la misión, a las buenas obras
Nos
preguntamos: ¿alumbrar para qué? Nos responde el evangelio: para que los
hombres vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro padre del cielo.
¡Qué gran
responsabilidad y que hermosa misión la que recibimos del evangelio de hoy!
El Papa
Francisco la actualiza y nos dice “si algo debe inquietarnos es que tantos
hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz, y el consuelo de la amistad con
Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de
sentido y de vida”
Si esto no nos
inquieta, nos hemos vuelto insípidos y estamos en tinieblas.
Pidámosle a
María que nos haga, como ella, decir siempre Si a esta propuesta que Jesús nos
hace: sal y luz.