4 febrero 2014. Martes de la cuarta semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Seguramente te has leído más de una vez la historia de David. Es mejor que muchas novelas. Con mucha acción,  pecado, traiciones, amor y confianza en Dios… en fin, de todo. Te puedes fijar en lo bueno o en lo malo según tu gusto. El que tiene gustos malos, saca cosas malas el de gustos buenos, saca amor y confianza en Dios de uno que es tan pecador como yo. Si él puede, yo también.

Te recuerdo el pasaje de Absalón. Era  el tercer hijo de David, aunque en aquella época no estaba nada claro eso de que el primogénito era el heredero al rey. El primogénito era otro: Amnon, que se encandila con su hermanastra Tamar. La desea y la viola. Tamar era hermana de padre y madre de Absalón que se venga matándole. Por este motivo pasa unos años en la desgracia de David hasta que le perdona. También era el más bello de los israelitas de aquel tiempo, con una cabellera inmensa que se cortaba una vez al año.

Con diversos ardides se va haciendo con el ánimo de la gente para luego revelarse contra su padre David. Efectivamente lo hace y le pilla desprevenido. En la lectura de ayer vimos como David huye con una inmensa humildad y sigue teniendo amor a su hijo, el hijo de sus entrañas.

Como David no puede llevarse en su huida a sus 8 mujeres y muchas concubinas. Las que “sobran” se quedan en Jerusalén. Cuando entra en la ciudad su hijo Absalón hace una muestra de poderío contra su padre poniéndole los cuernos. Arma una tienda de campaña en una azotea para que lo vea la gente que ha procurado que se congregase y hace entrar a 10 de mujeres/concubinas y luego entra él y cierra. Todos entienden que se ha acostado con ellas.

Se refugia David en la ciudad amurallada de Majanain. Se traba lucha entre los dos ejércitos. David ha prevenido de forma explícita a todos los suyos que no maten a Absalón. Luchan, ganan. Absalón en la huida pasa por debajo de un árbol y se queda prendido de su cabellera. Eso es lo que hemos leído hoy. Le matan y le pasan la noticia a David que está en la puerta de la muralla que, como es la principal de una ciudad importante, tiene dos. La exterior, un espacio y la interior.

Lo más impactante es la reacción de David ante la noticia de que su hijo, el que le quería matar, ha muerto: “¡Hijo mío, Absalón, Hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón! ¡Ah, si hubiera muerto yo en lugar de ti, Absalón hijo mío!” Nos quedamos un rato repitiéndolo y saboreándolo.

Ahora cambiamos de personajes. Absalón soy yo que con mi pecado he intentado matar a mi Padre, y este ¿qué hace? Sufre al verme sufrir. Se olvida de su dolor para pensar en el mío. Dice: “¡Hijo mío, Vicente, Hijo mío! ¡Hijo mío, Vicente! ¡Ah, si hubiera muerto yo en lugar de ti, Vicente hijo mío!”

Si Vicente empieza a odiar a alguien y después del sentimiento pasa a la acción, además de hacer mal, me hago daño a mí mismo. Jesús me ve y ve que sufro y le duele mi sufrimiento. También le duele lo que hago de malo al otro, pero también mi propio sufrimiento, que me quema por dentro aunque tenga “éxito” en la venganza.

¿Qué pasa si no me corrijo? Sigo sufriendo y al final de la vida, me muero. Veo mi vida le veo a Él en forma de luz, abrazándome y no quiero estar junto a la luz y el perdón. Mi sitio adecuado es el “no perdón”, el infierno. Jesús lo contempla y no le gusta, pero respeta mi libertad, como lo hace siempre.

Cuando peco de cualquier forma, me gusta lo que hago, pero sobre todo me duele y Jesús, y toda la Trinidad, sufren porque me aman y dicen: “¡Hijo mío, Vicente, Hijo mío! ¡Hijo mío, Vicente! ¡Ah, si hubiera muerto yo en lugar de ti, Vicente hijo mío!” David no puede, pero Jesús si puede hacer eso de ¡Ah, si hubiera muerto yo en lugar de ti, Vicente hijo mío! Ahí está la Cruz.

¿Por qué quiere Dios que ocurran estos hechos y que se pongan en un texto conservado que además incluido en la Biblia?

Podemos pensar también en el texto: No había en todo Israel un hombre tan apuesto como Absalón, ni tan celebrado; de la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza no había en él defecto. Cuando se cortaba el pelo - y se lo cortaba cada año; porque le pesaba mucho y por eso se lo cortaba - pesaba el cabello de su cabeza doscientos siclos, peso real. (Sam 14 25-26) ¿De qué presume? ¿Qué le lleva a la muerte?

Acabamos con María: ¿De qué presume? De ser la primera en eso ser el último, o como decíamos en plan de humor, de ser el primero empezando por la cola: “he aquí la esclava del Señor”

El final del final: léete la historia de David. Empieza en el capítulo 16 del primer libro de Samuel.

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