2 febrero 2021, martes de la 4ª semana de Tiempo Ordinario. Puntos de oración

La ley de Moisés mandaba a los israelitas que, a los 40 días del nacimiento del primogénito, este debía ser presentado en el Templo, para ofrecerlo a Dios y ser rescatado, pagando por él una limosna…

José y María fieles cumplidores de la Ley, así lo hicieron, y como eran pobres, ofrecieron un par de tórtolas o dos pichones…

Lo que no se imaginaban es que se encontrarían con un hombre justo y piadoso, que esperaba el consuelo de Israel… Este hombre movido por el Espíritu Santo fue al Templo en el momento en que se pudiera encontrar con la Sagrada Familia…

Su alegría fue inmensa y no pudo por menos de profetizar, pues estaba lleno del Espíritu Santo… Escuchemos de nuevo sus palabras, pues pueden darnos materia de oración en este bendito día: -«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»

Es interesante constatar que, en tres renglones, S. Lucas nombra tres veces al Espíritu Santo al hablar de Simeón… Es de notar que el Divino Espíritu guiaba a este hombre de Dios…

Nos imaginamos, como este buen hombre pidió a la Santísima Virgen que le dejara tomar por unos momentos al Niño Jesús en sus brazos, y levantándolo hacia el cielo, proclamó en voz alta dos noticias: una buena y otra triste.

La noticia buena la hemos escuchado en la lectura, y la triste, es opcional su lectura… Pero nosotros vamos a resaltarla en estos momentos:

Y es que muchos rechazarían a Jesús..., y que, por causa de Jesús, la Virgen Santísima tendría que sufrir de tal manera, como si una espada afilada le atravesara el corazón… Pronto comenzarían estos sufrimientos con la huida a Egipto… Después vendrá el sufrimiento de la pérdida del niño a los 12 años…, y más tarde en el Calvario la Virgen padecerá el atroz martirio de ver morir a su hijo…

Pongámonos junto a la madre en este día bendito, y recojamos la doble noticia de Simeón, asumiendo la alegría y el dolor..., el gozo y la tristeza..., la glorificación y el martirio… La vida es así, un misterio de alegría y un misterio de dolor… El saber vivir en nuestra vida cristiana, es el saber acoger en cada momento lo que la Voluntad de Dios determina, sea gozoso o sea doloroso…

Y no nos olvidemos de que hoy la Iglesia celebra la XXV Jornada mundial de oración por la vida consagrada. No dejemos de recordar en nuestra oración, a tantos hombres y mujeres, que han hecho de su vida una oblación a Dios, de mayor estima y momento, que diría S. Ignacio de Loyola…

Y Terminamos nuestra oración, con las últimas palabras del Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica:

“A María, nuestra Madre, Madre de la Iglesia, mujer fiel, y a S. José, su esposo, en este año a él dedicado, encomendamos a cada una y cada uno de vosotros. Que se fortalezca en vosotros una fe viva y enamorada, una esperanza cierta y gozosa, una caridad humilde y activa…” Que así sea.

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