El Evangelio de hoy nos narra el momento en que Leví da un paso al
frente en su vida y deja todo para seguir a Jesús. Paradójicamente, y haciendo
un juego de palabras, la forma en que su vida cambió estaba inscrita en su
nombre: Le vi.
Pero dejando a un lado las casualidades, hoy os propongo que nos
pongamos en la piel de nuestro querido Leví (Mateo) no en el momento de su
conversión, sino durante la fiesta que él mismo organiza en honor a Jesús.
Se nos acerca un buen amigo, un publicano de pura cepa, y con cierta
discreción y confianza nos pregunta:
- ¿Quién es tu nuevo amigo?
¿Qué has visto en Él que tanto le admiras?
- Parece que Él te conoce
bien, pero ¿y tú a Él?
- ¿Qué vas a hacer ahora con
todo lo que has conseguido durante estos años? ¿Lo dejas y ya está, sin más?
- Parece que ya has dejado
mucho, ¿y si te pide todo?
- Si lo vas a dejar todo por
Él, algo te dará a cambio ¿no?
- Antes le he escuchado algo
sobre nuestra conversión, pero si ya somos buenos, ¿Qué más tenemos que hacer?
- Y con el tiempo, llegarás a
ser un importante fariseo como estos, ¿no?
- La amistad entre tú y yo,
¿seguirá siendo la misma? ¿me acabarás juzgando como lo hacen esos escribas?
Reflexionemos sobre estas preguntas que, tarde o temprano, acabarán
surgiendo en nuestra vida.
Celebremos con gozo junto a nuestra Madre la Virgen que Jesús ha salido a nuestro encuentro y nos llama con alegría a seguirle con fe y esperanza, especialmente durante esta cuaresma.