24 febrero 2021, miércoles de la 1ª semana de Cuaresma. Puntos de oración

Pueden resonar como eco y súplica en nuestra oración estos breves textos:

Entrada: «Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas, pues los que esperan en Ti no quedan defraudados. Salva, oh, Dios, a Israel de todos tus peligros» (Sal 24,6.3.22).

Comunión: «Que se alegren los que se acogen a Ti con júbilo eterno; protégelos para que se llenen de gozo» (Sal 5,12).

* Primera lectura: Los habitantes de Nínive se arrepintieron de su mala conducta y cambiaron de actitud y de intención. Es una lectura con gran valor teológico sobre el perdón de los pecados. Grande es el contraste entre Israel, el pueblo elegido, que no escucha a los profetas y es castigado, y Nínive, ciudad pagana, que escucha a Jonás y hace penitencia, obteniendo el perdón de sus pecados. Dios es rico en misericordia para cuantos le invocan.

Salmo: Rasgad vuestros corazones y convertíos al Señor, porque Él es benigno y misericordioso, paciente y bondadoso y siempre dispuesto a perdonar el mal... Un corazón contrito y humillado, Señor, Tú no lo desprecias. La confianza en el amor misericordioso de Dios, expresado en el Corazón de Cristo, es la fuente de la esperanza y de la conversión auténtica.

* Evangelio: Nos ayuda el comentario de San Agustín:

«Jonás anunció no la misericordia, sino la ira, que era inminente... Solamente amenazó con la destrucción y la proclamó; no obstante, ellos, sin perder la esperanza en la misericordia de Dios, se convirtieron a la penitencia y Dios los perdonó. Mas, ¿qué hemos de decir? ¿Que el profeta mintió? Si lo entiendes carnalmente, parece haber dicho algo que fue falso; pero, si lo entiendes espiritualmente, se cumplió lo que predijo el profeta. Nínive, en efecto, fue derruida. «Prestad atención a lo que era Nínive y ved que fue derruida. ¿Qué era Nínive? Comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; se entregaban al perjurio, a la mentira, a la embriaguez, a los crímenes, a toda clase de corrupción. Así era Nínive. Fíjate cómo es ahora: lloran, se duelen, se contristan en el cilicio y la ceniza, en el ayuno y en la oración. ¿Dónde está aquella otra Nínive? Ciertamente ha sido derruida, porque sus acciones ya no son las de antes» (Sermón 361,2).

También este texto del libro de J. Ratzinger El camino pascual BAC Popular. Madrid 1990, págs. 37-42:

“Jesús mismo, la persona de Jesús, en su palabra y en su entera personalidad, es signo para todas las generaciones. Esta respuesta de San Lucas me parece muy profunda; no deberíamos cansarnos de meditarla. «El que me ha visto a mí ha visto al Padre» (Jn 14,8s). Queremos ver y, de este modo, estar seguros. Jesús responde: «Sí, podéis ver». El Padre se ha hecho visible en el Hijo. Ver a Jesús; ésta es la respuesta. Nosotros recibimos el signo, la realidad que se demuestra a sí misma. Porque, ¿no es un signo extraordinario esta presencia de Jesús en todas las generaciones, esta fuerza de su persona que atrae aun a los paganos, a los no cristianos, a los ateos? Ver a Jesús, aprender a verlo. Estos Ejercicios nos ofrecen la ocasión de comenzar de nuevo; y éste es, en definitiva, el único objetivo que justifica los Ejercicios: ver a Jesús. Contemplémoslo en su palabra inagotable; contemplémosle en sus misterios, como dispone San Ignacio en el libro de los Ejercicios: en los misterios del nacimiento, en el misterio de la vida oculta, en los misterios de la vida pública, en el misterio pascual, en los sacramentos, en la historia de la Iglesia. El rosario y el viacrucis no son otra cosa que una guía que el corazón de la Iglesia ha descubierto para aprender a ver a Jesús y llegar así a responder de la misma forma que las gentes de Nínive: con la penitencia, con la conversión. El rosario y el viacrucis constituyen desde hace siglos la gran escuela donde aprendemos a ver a Jesús. Estos días nos invitan a entrar de nuevo en esta escuela, en comunión con los fieles que nos han precedido en un pasado de siglos.

Oración final:

Dios todopoderoso y eterno, te pedimos que tu Hijo, que se encarnó en las entrañas de la Virgen María y quiso vivir entre nosotros, nos haga partícipes de la abundancia de su misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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