¡Ven Espíritu Santo! Empezamos con una invocación al Espíritu Santo para
que Él ore en nosotros con las actitudes, sentimientos y afectos de Jesús. Hoy
las lecturas de la misa nos hablan de un templo, explícitamente del templo de
Jerusalén. La primera, tomada del libro de los Macabeos, nos cuenta la nueva
purificación y consagración del mismo después de su profanación por los paganos
y por bastantes judíos que se dejaron llevar de las costumbres imperantes. La
recuperación del templo y de su culto fue motivo de mucha alegría para todo el
pueblo, que postrado en tierra adoró y alabó a Dios por el éxito alcanzado. En
el Evangelio, Jesús con determinación expulsa a los mercaderes del templo
diciéndoles que quiten todo lo que han puesto porque han convertido mi
casa de oración en una cueva de bandidos.
El verdadero templo de Dios es Jesús. Destruid este templo y yo
lo levantaré en tres días, dijo Jesús a los judíos cuando le pedían
una prueba que abalara su forma de proceder. Ellos lo interpretaron
literalmente, pero Jesús se refería a su propio cuerpo. Los discípulos tampoco
lo entendieron en el momento, lo entendieron solo cuando Jesús resucitó.
Cada uno de nosotros también es templo de Dios, lugar santo donde quiere
habitar la divinidad. Pidamos pues a la Virgen que nos ayude a cuidar nuestra
alma para que sea morada de la Trinidad, como lo es su Corazón Inmaculado; para
que seamos casa de oración y no mercadillo. Y así todos juntos, como nuevo
pueblo de Israel, vivamos alabando y adorando a Dios.
Balance final de la oración: ¿Me siento verdadero templo de Dios? ¿Cuido
con esmero estar en gracia de Dios? ¿Es mi alma casa de oración? ¿Me siento
pueblo de Dios que adora y bendice?
Feliz día.