Cuando escucho esta lectura, siempre me asalta un “¿cómo?, que los
“malos” hacen bien por hacer mal?”. Después me sosiego y cuando “el orgullo (de
“buen cristiano”) me deja escuchar…empiezo a entender.
Esta parte del Evangelio nos narra la “pillada” a alguien que está
haciendo algo mal, y lo sabe, la reacción que tiene para resolver su
apuro.
El Señor alaba su astucia, ¿por qué? Porque alaba la creatividad, de la
imaginación para salir airoso en una situación difícil de la vida sin quedar
congelados por la desesperación o por la inútil acusación de que la culpa la
tienen otros.
Cuántas veces me encuentro con que he hecho algo, lo he intentado, me ha
costado trabajo y esfuerzo… y lo he hecho mal. Y hay alguien que “me lo hace
notar”. Mi respuesta: enfadarme, paralizarme, echar la culpa a cualquier cosa o
persona…no solucionar nada.
Jesús, sin embargo, alaba la sagacidad, la habilidad y empeño que lleva
a encontrar una salida en toda situación complicada que se nos presente, por
retorcida y peligrosa que nos pueda parecer. La actitud de ojos abiertos, de
lucidez. No alaba el engaño en los papeles, alaba la rápida y creativa
respuesta al problema.
A veces, nos acusan de “buenistas”, de “tontitos”, porque nos quedamos
esperando a que otros lleguen con las soluciones a los problemas (aunque
los problemas me los haya creado yo) y no miramos dentro de nosotros
mismos, los dones que tenemos para hallar la solución a esos problemas.
Tener los ojos abiertos y el corazón encendido, esa es la actitud.
Desde esta perspectiva, esa astucia es un sinónimo de la esperanza
activa, que el Señor desea que aprendamos bien para nuestra vida.
Esperanza activa no le faltó nunca a nuestra Madre, pidámosla que nos ayude a practicarla.