Jesucristo, Rey de reyes. A Él debemos rendirle toda la gloria y alabanza.
Reina vestido de majestad; se le ha dado todo poder y honor; y su Reino no
acabará.
Pero su Reino no es de este mundo y, aunque vino a los suyos, estos no
lo recibieron. Porque su reinado no sigue los esquemas humanos y tampoco es de
este mundo. Él ha venido para dar testimonio de la Verdad y hacer que su Reino
crezca entre nosotros.
Seguramente muchos desearíamos que se manifestase de una vez por todas.
Los judíos esperaban un Mesías que les liberase del yugo romano y que aplastase
al invasor. Nosotros clamamos ante tanta injusticia, inmoralidad y mentira que
nos rodea. Y, sin embargo, responde ante Pilatos que Él es Rey, precisamente,
en el momento en que está siendo juzgado y condenado, cuando es entregado por
ser considerado un blasfemo y un maldito.
Él es Rey porque tiene poder para entregar su vida por nuestros pecados,
y recuperarla con su resurrección, aplastando el poder de la muerte y del
diablo. Por eso, pidamos a nuestro Rey que nos acepte bajo su bandera para ser
partícipes de sus penas y trabajos y, así, poder hacerlo en su victoria.
Que santa María, Madre y Reina, nos ayude a responder a la llamada de tan excelso Señor.