Si el Señor es mi luz, ¿a quién
temeré? Cantamos y rezamos a menudo. Mi luz y mi salvación, que llena mi vivir
cotidiano en el camino hacia la gloria del cielo. Cada día una nueva oportunidad
de descubrir que mi vivir es un vivir “pascual” unido a Cristo resucitado
vencedor de la muerte: Luz del mundo que disipa las tinieblas del error, del
pecado. Vida nueva en el Espíritu que se me regala y se me invita a dar a los
demás. No se puede vivir para sí mismo. Vivimos para el Señor.
Sólo Dios es la referencia
absoluta. Señor, que te pertenezcamos. Tengamos presente que todos
compareceremos ante el tribunal de Dios. Señor, no quiero temer tu juicio. Pero
que recordarlo me ayude a estar más abierto a los demás.
La aritmética de Dios no es la
nuestra: ¡es de locos! Y ¡Menos mal! porque puedo ser yo la oveja perdida, la
moneda perdida. Cada hombre tiene un valor inestimable. Misterio del
respeto que Dios tiene por cada uno de nosotros. ¡Tú nos amas con un amor
"personal"!
En mi interior, con el pensamiento, recorro los momentos de “reencuentro”, y me alegro porque yo, y cada uno de los perdidos, somos amados infinita y tiernamente por Dios. Encontrar de nuevo a los hijos que estaban perdidos es su alegría.