- De la primera lectura contemplamos este misterio: los cristianos somos
un solo Cuerpo. Todos, judíos o gentiles, esclavos o libres, hemos
sido bautizados en el único Espíritu.
Dependemos de Cristo, como del organismo que nos comunica la “vida”:
para unirnos vitalmente a Cristo necesitamos oración meditada de su
Palabra y vida de sacramentos. La expresión “sois el cuerpo
de Cristo”, significa también que debemos ser la “visibilidad”
de Cristo, el signo de su presencia actual en el mundo:
somos su “rostro”, somos sus “manos”, somos su “corazón”.
- San Lucas es el único de los cuatro evangelistas que nos relata esta
resurrección.
En aquel tiempo, la condición de las mujeres era especialmente difícil
si no tenían ni marido ni hijo varón para protegerlas jurídicamente. Jesús,
ante este gran sufrimiento, se emociona y se compadece. Dios quiere suprimir
todas las lágrimas (Apocalipsis 21, 4) porque su opción es la vida, porque es
el Dios de los vivos y no el de los muertos.
El proyecto final de Dios es la "vida eterna". Pero hay que
creer en ella.
Jesús, por su propia Resurrección nos revelará otro tipo de vida
resucitada: una vida nunca más sometida a la muerte, un modo de vida
completamente nuevo que sobrepasa todos los marcos humanos.
¡Madre de Dios y madre nuestra, aumenta nuestra fe y esperanza en la vida eterna!