Si habéis leído este trocito de cielo que es el Evangelio de hoy, Fiesta
de la Exaltación de la Cruz, puede ocurriros algo parecido a lo que me ha
ocurrido a mí. Creo que es precioso para meditar sobre el cielo, el paso de la
Cruz a la Luz. No hay nada mejor que lo que ocurre al mirar a Jesús en el
Calvario y verle, mirarle y escuchar Su palabra para redimirnos. No pudo
hacerlo mejor para demostrarnos tanto amor, entregando Su vida para salvarnos,
para que estemos con Él, para que seamos Sus amigos para siempre, porque Él
disfruta viéndonos disfrutar a nosotros.
¡Qué amor nos
arranca contemplándole! ¿Quién es capaz de no conmoverse viéndole sufrir tanto?
Pero si leemos el texto del Evangelio, nos fijamos en todas las veces que
aparece la palabra cielo, vida eterna: “para que el mundo se salve”, “para el
que cree”, “sino que tenga vida eterna” y “no ha subido al cielo sino el que
bajó de él”. ¿Para qué? Para abrirnos las puertas y mostrarlas con su
Resurrección.
Es cierto que es
necesario que nos ocurran muchas cosas durante la vida, cada día, que no nos
son fáciles, pero una mirada a la Cruz es una mirada al cielo. Todo se nos hará
cielo sobre la tierra si le miramos a Él, porque resucito para mostrárnoslo.
Que Santa María de la esperanza, que junto a la cruz estaba y esperaba su venida gloriosa, nos contagie esa esperanza de cielo.