7 septiembre 2022, miércoles de la 23ª semana de Tiempo Ordinario. Puntos de oración

“Salía de él una fuerza que los curaba a todos”. Así terminaba el evangelio de san Lucas que meditábamos ayer. El de hoy, continuación del de ayer, es para contemplarlo despacio, metiéndonos en la escena, como pide san Ignacio. Somos uno de los discípulos, uno de los que ayer eligió Jesús para estar con Él y para enviarlos a predicar. Y hoy nos quiere enseñar las leyes de su reino, su declaración de intenciones. Llama bienaventurados a los pobres, a los que ahora tenemos hambre, a los que ahora lloramos, a los que los hombres odian, excluyen, insultan, proscriben, por causa suya. “Alegraos y saltad de gozo”, “vuestra recompensa será grande en el cielo”.

¿Estamos en este grupo? Pidamos al Señor que nos elija. A su madre, que seguro está cerca escuchándole, que tire de nosotros, que nos acerque a Jesús. Ella nos repite lo que Jesús dijo en otro momento a los más cercanos: no tengáis miedo. Parece que resuenan ya en nuestros oídos los ecos del domingo de Pascua: alegraos, de nuevo os lo repito, alegraos.

¿Nos alegramos de ser proscritos por Cristo? ¿O seguimos poniendo nuestras alegrías en esa tarde sin hacer nada, en ese viaje más de huida que necesario por descanso o por ayudar a otros, en ese rato de estar con quien me lo paso bien, pero eludiendo dedicar tiempo a los que más me necesitan?

También en el evangelio de hoy el Señor nos recuerda: hay de vosotros los ricos, los saciados, los que reís, aquellos de los que todo el mundo habla bien. Quizás en nuestro interior, todavía no del todo iluminado por el evangelio, seguimos ansiando bienes de la tierra, que se apolillan.

Pidamos a la Virgen que nos haga mirar las cosas de arriba, suspirar por el cielo. Como dice san Pablo a los Corintios, “el momento es apremiante”, “porque la representación de este mundo se termina”.

El Señor nos quiere alegres y felices, nos llama a un destino eterno, nos espera, nos acoge, nos limpia, nos perdona, nos engalana, nos enjoya. Por eso, “escucha, hija, mira: inclina el oído”, “prendado esta el rey de tu belleza: póstrate ante él, que él es tu Señor”.

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