El arte de vivir: ser disfrutones, y cargar la propia cruz y seguir al
Señor. Pero no es improvisado encontrar a alguien que, en íntimo diálogo con su
Señor, sea capaz de disfrutar lo bueno que hay en su vida, y de abrazar lo que
de duro haya en ella.
Señor, si te hemos conocido, concédenos la gracia de, como Tú (lectura
del Evangelio: meteos bien en los oídos estas palabras: el Hijo del
hombre va a ser entregado en manos de los hombres), aceptar morir día a día
a nosotros mismos, como María. La felicidad no está en la ausencia de
sufrimiento, sino en saberse en los brazos de un Padre bueno, que dispone todo
para nuestro bien, y siempre nos acompaña.
A nosotros, como a los discípulos, nos cuesta entender y se nos hace oscuro tu manera de hablar. Ellos tenían miedo de preguntarte. Hoy, nosotros, queremos dialogar a corazón abierto Contigo sobre nuestra cruz. ¿A qué o a quién he sido entregado? Necesitamos encontrarte, para poder seguirte, y siguiéndote, amarte. En todo amar y servir…