Hoy es un día de fiesta y alegría para todos, es el cumpleaños de
nuestra Madre. En la Iglesia, que es el Hogar de los hijos de Dios, todos nos
juntamos alrededor de la madre para felicitarle y con ella hacer una sola
familia con un solo corazón. Aunque mucho no lo sepan, es un día de gozo para
toda la humanidad porque por medio de María, la llena de gracia, se ha superado
la tristeza de la primera Eva y en su Hijo, hemos sido restaurados.
Después de las felicitaciones viene el compartir. Alrededor de la mesa,
los invitados comen y se alegran. Flores, velas, adornos, aperitivos, vinos,
refrescos, platos variados, regalos, canciones, chistes… Se comparte la vida
misma: penas y alegrías, y al final, no puede faltar la tarta con las velas.
Uf, en este caso el número de velas es infinito, tanta luz nos dice que María
es Luz del Mundo.
Terminada la celebración se sale afuera, a compartir la alegría del
corazón. No tenemos que inventar nada, solo hacer lo que hemos contemplado.
María se fue aprisa a la montaña a ayudar a su prima Isabel que estaba en
cinta. Vivió con José en Nazaret, en Caná de Galilea se ocupó de que no faltara
el vino y mandó a los criados que hicieran lo que les dijera su hijo. Todo lo
guardaba en su corazón. Estuvo al pie de la cruz hasta el final. Creyó contra
toda esperanza y unión con su presencia y oración a la primera comunidad
dispersa.
María es madre de la Iglesia y Medianera de todas las gracias. Acojámonos a su maternal protección siempre y en particular al comenzar este nuevo curso escolar. Como ella, seamos luz del mundo que ilumina a todos, sin acepción de personas.