¿Cómo vamos de narcisismo espiritual? Ya llegando al final de nuestra
cuaresma, la pregunta principal es: ¿cómo he vivido esta cuaresma?
No soy yo el importante, eres Tú. No es lo que yo haga, sino que me deje
hacer por Ti. No es mi cuaresma el círculo a cuadrar, es tu Pascua
(¡ardientemente he esperado esta cena con vosotros!).
Tú mismo te quitas de en medio dándonos ejemplo: es el Padre el que
transparenta tus obras, es Él quien te envía, es a Él a quien
representas.
«A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo
por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía; a ese vosotros no lo
conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado».
Quitarme yo de en medio, dejarte paso, darte la prioridad. Quizás ya sea
el momento de cederte el paso. Quizá sea necesario frenar y parar, hacer un
stop en el camino.
Volver a Ti, no por compromiso, no por obligación, sino atraídos por tu
Amor. Dice el salmo de hoy:
«El Señor redime a sus siervos. No será castigado quien se acoge a Él».
Acogerme a Ti, pasa por reconocerme necesitado, y buscar en Ti mi
salvación. Que este final de cuaresma sea esto: me acojo a Ti, deseo entrar en
el misterio de la obra que el Padre está haciendo en mí por medio de mi vida:
acontecimientos, personas, etapas, dolores, sufrimientos, proyectos, alegrías,
enfermedad, salud, trabajo, soledad...
Me acojo a Ti. Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.