Cristo desea tener un encuentro contigo y te dice: “Búscame”.
Él nos espera siempre en la Eucaristía.
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A veces nos puede surgir la siguiente pregunta: Cuando el pecado entra
en mi vida, ¿se aleja Dios de mí? ¿O me alejo yo de Dios? Esta y otras
preguntas nos las hace el Señor por medio del profeta Ezequiel con el propósito
de profundizar un poco más en la misericordia de un Dios que aguarda nuestra
conversión.
Una conversión que tiene su origen y motivación en un Dios compasivo.
Una conversión marcada por muertes que van abriendo nuestro corazón para que,
por medio de Su misericordia, pueda abrirse a la vida.
Jesús continúa en el Evangelio haciendo un especial hincapié en la gran
importancia de nuestra relación con el hermano. Así, nuestra experiencia de la
misericordia y caridad con el hermano nos ayuda a conocer y experimentar la
misericordia y caridad de Dios con nosotros.
En este viernes de Cuaresma, te invito a reflexionar sobre aquellos aspectos de tu vida que oscurecen la misericordia de Dios en ti y, a través de ti, hacia tu prójimo. Así pondremos en práctica la enseñanza de Jesús: “Misericordia quiero, y no sacrificios”.